Ley general de ciencia: las comas y el consenso

Después de dos años de espera, la iniciativa es presentada al casi concluir 2022

La normativa no será aprobada sin más, porque debe pasar algunos filtros, pero hay demasiadas variables que pueden afectar su validación.

El caso es que, cuando todo parecía indicar que concluiría este año y el gobierno federal no presentaría su iniciativa de ley general de ciencia, la semana pasada, literalmente al cuarto para las doce, la ingresó en la Cámara de Diputados.Tal vez fue que este diciembre se cumplirían dos años exactos de retraso para promulgar esa ley que debió estar lista en diciembre del 2020 o quizás fue la autorización del presidente López Obrador en la reciente reunión del Consejo General.

El proyecto es el punto de referencia, pero no se dicutirá ahora y mucho menos quedará aprobado, porque el periodo ordinario de sesiones del Congreso concluyó el día 15 de diciembre, pero es indudable que estará en la agenda del próximo periodo que comienza el 1 de febrero del 2023. Sin embargo, no es inminente ni inexorable.

¿Los legisladores no le moverán ni una coma a la iniciativa gubernamental? Probablemente. Pero en el Congreso hay otros proyectos de ley en la materia y recuérdese que, en total, son 500 diputados y 128 senadores. El voto de la mitad más uno (mayoría absoluta o simple) de los legisladores de las cámaras del Congreso es suficiente para aprobar una ley secundaria, precisamente como este proyecto de ley general.

A pesar de que la fracción parlamentaria de Morena no alcanza mayoría simple en la Cámara de Diputados (tiene 202 legisladores), como ha ocurrido con otras iniciativas de ley, a ella se suman los votos del Verde Ecologista (PVEM) y del Partido del Trabajo (PT). Así que en conjunto ya representan 276 votos; suficientes para aprobar cualquier ley secundaria.

A su vez, en la cámara de senadores las fracciones parlamentarias están más divididas e incluso hay cuatro senadores que no tienen grupo partidario. No obstante, Morena tiene 60 senadores y, nuevamente, si solamente suma los 6 integrantes del PVEM alcanza mayoría absoluta y si añade los 5 del PT y los 4 de Encuentro Social, sin problema tiene la mayoría simple.

No obstante, la aprobación no necesariamente ocurrirá sin más. En primer lugar, porque primero debe pasar el filtro de las comisiones. Ahí es donde se elabora el dictamen de la iniciativa, la integración de las comisiones guarda simulitud con las proporciones de la composición parlamentaria, aunque tiene su propia dinámica. Ahora que el ejecutivo federal presentó el proyecto de ley general en la cámara baja, lo enviaron a las comisiones de Ciencia y de Educación

La comisión de Ciencia y Tecnología, la que tiene el papel relevante en la elaboración del dictamen, está encabezada por Javier López Casarín, diputado del Verde Ecologista. La comisión tiene 31 integrantes: 12 de Morena; 7 del PAN; 4 del PRI; 3 del PVEM; 2 del PT; 2 de Movimiento Ciudadano; y 1 del PRD. O sea, la fracción del partido gobernante también alcanzaría mayoría simple si suma los votos de otras fracciones pero, respecto de la composición de toda la cámara, la diferencia es más estrecha.

Por su parte, la comisión de Educación de diputados tiene 40 integrantes: 16 de Morena; 9 del PAN; 6 del PRI; 3 del PT; 3 del PVEM; 2 de Movimiento Ciudadano; y 1 del PRD. La preside la legisladora morenista Tania Cruz Santos y, como se puede apreciar, la composición también es parecida a la comisión de Ciencia.

Otro tanto ocurre en el Senado: la fracción de Morena y partidos aliados alcanzan mayoría simple sin mucha dificultad. Sin embargo, para decidir si la iniciativa se aprobará o no tal cual, no solamente cuenta la composición de las fracciones, también entran en juego otras variables. Unas relativamente previsibles, como el interés público sobre la iniciativa, la lealtad política de los legisladores, la disciplina de partido o la trayectoria de cada integrante.

Pero otras variables son inestables y más complicadas de precisar. Por ejemplo, la sensibilidad de los legisladores ante un contexto de presión social o el intercambio entre fuerzas políticas que hoy ceden en alguna iniciativa y esperan, después, a cambio, el respaldo en otra sobre la que tiene más interés. O bien, la racionalidad y los cálculos de cada integrante que traza el futuro de su carrera política o escucha el sonido de la caja registradora. Otras variables son menos confesables, como los expedientes a voces de cada integrante que dobla sus frágiles convicciones.

En fin, aunque cada legislatura tiene su ruta y la aprobación de iniciativas sigue una trayectoria parecida, no hay ninguna seguridad sobre lo que aprobará o no el Congreso. No obstante, después de una demora de más de dos años, no es mucho pedir revisar algo más que las comas y que, como ocurrió con la norma similar de educación superior, la nueva ley general de ciencia sea aprobada por consenso.

Pie de página: La reforma al estatuto general del CIDE ni en tiempo ni en forma. // En septiembre del 2021 se presentó el primer número de la nueva revista “Ciencias y Humanidades” del Conacyt y se dijo que sería una publicación bimestral, pero durante un año no apareció ningún otro número. Ahora, al final del año, aparecieron cuatro números de un tirón.

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