Octavio Paz y el presidencialismo autoritario

Un texto de hace décadas nos muestra cómo algunos, que entonces atacaban al poder despótico, hoy parecen celebrarlo

Con su prólogo para Elena Poniatowska en los 70, el autor criticó la tiranía.

En marzo de 1973 Octavio Paz (1914-1998) escribió, en Cambridge, Massachusetts, el ensayo introductorio para la edición estadounidense del libro La noche de Tlatelolco (1971), de Elena Poniatowska (1932), publicado en Nueva York por The Viking Press, en 1975, con el título Massacre in Mexico. Medio siglo después, hay sobradas razones para rescatar de ese brillante ensayo cuatro afirmaciones que, más que resultar caducas, han cobrado plena actualidad. Procedo a citarlas y a comentarlas brevemente:

•“Acostumbrados al monólogo e intoxicados por una retórica altisonante que los envuelve como una nube, nuestros presidentes y dirigentes difícilmente pueden aceptar que existan voluntades y opiniones distintas a las suyas”.

Así ha sido siempre, pero sin necesidad de retrotraernos a las épocas más remotas, esto caracteriza a los presidentes del siglo XX y del XXI. Son ellos los que tienen la razón, nadie más, y odian que se les ponga en entredicho, rabian si se les critica o se les señalan sus errores y suelen perder el control cuando alguien tiene el atrevimiento de contradecir su Verdad Absoluta. No sólo se sienten Tatas y Tlatoanis, sino que también asumen, de manera pontificia, el equivalente de “la infalibilidad papal”. Si el Papa de Roma es un representante en la tierra designado por Dios, esto es, por voluntad divina, el presidente en México es ungido por el Pueblo, y por todos es conocido que la voz del Pueblo es la voz de Dios. De ahí el dogma de su infalibilidad. Y esto, hoy, más que remitir, se ha agravado. Si la voz del Presidente es la voz del Pueblo y, por tanto, la voz de Dios, el Presidente es el Pueblo Mismo y, en consecuencia, es Dios Todopoderoso. Y como tal actúa. ¡Nunca se equivoca! ¡Lo sabe todo! ¡Domina todo! Omnipotente y Omnímodo. ¡Y ay de quien lo ponga en duda!

Gobernante pétreo
• El Presidente en México es “una suerte de petrificación de la imagen pública del gobernante, que deja de ser un hombre para convertirse en un ídolo”.

Esta afirmación de Paz vale para todos los que han gobernado y gobiernan México, pero si hay alguien con estas características de imagen petrificada ese es Benito Juárez: “el rostro de piedra”, para decirlo con el título de la novela de Eduardo Antonio Parra; y nadie tiene, en México, más monumentos pétreos que Juárez, desde la emblemática y monstruosa “Cabeza de Juárez”, de Luis Arenal, en Iztapalapa, considerado un adefesio (“guillotinado por excelencia, horrible y terrible”, escribió Carlos Monsiváis), hasta los juarecitos y juarezotes de cualquier ciudad, municipio, pueblo o ranchería. Y a esto aspiran todos los presidentes de México: a trascender con su rostro de piedra multiplicado en todo el territorio nacional. En general, hasta los libros sobre Juárez (sean biográficos o ficticios) son pétreos, y no se diga las canciones: para muestra, el danzón “Juárez no debió morir”. Lo cierto es que Juárez murió en 1872, a los 66 años, en su habitación del Palacio Nacional, ¡cuando planeaba su reelección!, cosa que los escritos pétreos sobre Juárez invariablemente omiten: el demócrata no pudo sustraerse a la ambición seductora de convertirse en un dictador. La muerte lo salvó.

Crítica y debate
• “Los grupos que desean el cambio en México deberían empezar por autodemocratizarse, es decir, por introducir la crítica y el debate dentro de sus organizaciones”.

Es grave, pero también tragicómico, que quienes han criticado el presidencialismo autoritario acaben hoy justificándolo, arrodillados ante el Ídolo. Todos los presidentes han sido autoritarios, independientemente del partido al que representen, pero los militantes del partido en el poder y, especialmente los que idolatran al presidente en turno, en todo tiempo, se ha comido la lengua y encuentran que los anteriores presidentes han sido autoritarios y antidemocráticos, incluso con ambiciones de tiranos, pero con el que colaboran y al que idolatran no es así; por el contrario, es todo un demócrata, respetuoso de las leyes y de la división de poderes, garante de los derechos humanos y de la libertad de prensa, etcétera, aunque sea de hecho el peor de todos los que se hayan sentado en “la silla del Águila”.

Una solución diferente
• “Hay que encontrar una solución distinta a la del PRI, algo que hasta ahora no han podido hacer los partidos políticos tradicionales de la oposición. Hay un anquilosamiento intelectual de la izquierda mexicana, pionera de fórmulas simplistas y de una ideología autoritaria no menos sino más nefasta que el burocratismo del PRI y el presidencialismo tradicional de México. En cuanto a la derecha: hace mucho que la burguesía mexicana no tiene ideas
—sólo intereses”.

Esta solución de la que habla Paz no ha llegado ni parece factible que llegue con los partidos políticos que por décadas se opusieron al PRI y al interregno del PAN (la docena trágica). La izquierda mexicana, estaliniana y refractaria a toda crítica y autocrítica, fue la que satanizó y expulsó del Partido Comunista a José Revueltas, cosa que no suelen mencionar, ni por equivocación, los que usan playeras estampadas con la leyenda “Menos Paz y más Revueltas”. No erró Mario Vargas Llosa cuando bautizó al priismo en el poder como “la dictadura perfecta”. Pero de esto hemos pasado a “la dictadura imperfecta”. La primera fingía, a la perfección, ser una democracia; la actual ni siquiera intenta fingirlo. El nuevo “Tata” gobierna sólo para sus votantes y adulones, y los que no están en estos costales son sus enemigos. Hasta los moneros morenos o cuatrocartoneros han abandonado el humor satírico con el que reprobaban al poder presidencial autoritario ¡y hasta la indispensable crítica a los abusos presidenciales! Ahora se dedican a la moralina ideológica, con nulo sentido del humor, ¡y cómo no va a ser así, si son parte del poder que ni siquiera necesitó cooptarlos!, ya que ellos mismos entregaron sus lápices y pinceles para ponerlos al servicio del Ungido Transformador de la Nación. Por desgracia, transformar no es necesariamente construir, y los transformers hacen lo único que saben: destruir todo a su paso.

Medio siglo después, ¿coincidirá Elena con el prólogo que Paz escribió para su libro Massacre in Mexico, la versión al inglés de Helen R. Lane de La noche de Tlatelolco? No lo sabemos y quizá nunca lo sepamos. Sabemos, sí, que hasta cuando el Único que Puede Salvar a la Patria (Ídolo de su Devoción) ha usurpado poderes, jamás ha dicho nada al respecto.

En 1978, en su libro ya clásico El presidencialismo mexicano, el destacado constitucionalista Jorge Carpizo (1944-2012) escribió: “El presidente debe ejercer plenamente los poderes que le otorga la ley fundamental, pero ningún otro; su actuación debe estar subordinada a la carta magna”, pues “un verdadero sistema democrático implica necesariamente la independencia de los poderes legislativo y judicial”. Pero hoy hasta los recios adalides que combatían el autoritarismo presidencial de antaño (obviamente, el del priismo) celebran jubilosos cuando su Ídolo Socarrón exclama: “¡Y que no me vengan a mí… con ese cuento de que la ley es la ley!”. Siempre lo hemos sabido: nunca la ley, ¡que es un cuento!, ha sido para él. Y, con la Idolatría Presidencial, ¡ser inteligente es hacerse el tonto!

* Poeta, ensayista, editor, divulgador y promotor de la lectura. Sus libros más recientes son Por una universidad lectora y otras lecturas sobre la lectura en la escuela (Laberinto, cuarta edición definitiva, 2021), Escribir y leer en la universidad (Anuies, 2019), La prodigiosa vida del libro en papel: Leer y escribir en la modernidad digital (Cal y Arena/UNAM, 2020), ¡No valga la redundancia!: Pleonasmos, redundancias, sinsentidos, anfibologías y ultracorrecciones que decimos y escribimos en español (Océano, 2021) y El vicio de leer: Contra el fanatismo moralista y en defensa del placer del conocimiento (Laberinto, 2021; segunda edición, 2022). En 2019 recibió el Reconocimiento Universitario de Fomento a la Lectura, de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

Sobre la firma
Fabulaciones | Web

Poeta, ensayista, editor, divulgador y promotor de la lectura. Sus libros más recientes son Por una universidad lectora y otras lecturas sobre la lectura en la escuela (Laberinto, nueva edición definitiva, 2018), Las malas lenguas: Barbarismos, desbarres, palabros, redundancias, sinsentidos y demás barrabasadas (Océano, 2018), La lectura: Elogio del libro y alabanza del placer de leer (Fondo Editorial del Estado de México, tercera edición, 2018), Escribir y leer en la universidad (ANUIES, 2019), La prodigiosa vida del libro en papel: Leer y escribir en la modernidad digital (Cal y Arena/UNAM, 2020) y ¡No valga la redundancia!: Pleonasmos, redundancias, sinsentidos, anfibologías y ultracorrecciones que decimos y escribimos en español (Océano, 2021). En 2019 recibió el Reconocimiento Universitario de Fomento a la Lectura, de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

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