En la edición 963 publicamos el texto “Educación superior, ¿para qué?”, un extracto del nuevo libro de Otto Granados Roldán, donde se menciona al ex rector de la Universidad Autónoma de Aguascalientes Felipe Martínez Rizo y en ediciones subsecuentes una serie de contrarréplicas de ambos:

En su segunda respuesta a mi libro Viaje a la memoria. Un recuento personal (Cal y Arena/ICA, 2022) así como a mi contrarréplica inicial), Felipe Martínez Rizo (FMR) desliza algunas mentirillas, destila cierta amargura e implora una dosis de indulgencia para mirar su paso por la rectoría de la UAA. Vayamos por partes.
Por ejemplo, al referirse al documento oficial de la SEP donde consta que no tenía título profesional legalmente registrado ni contaba con “antecedente alguno” que lo facultara “para ejercer como licenciado en sociología, ni en filosofía ni como investigador”, FMR afirma que el nombre “oculto” a quien va dirigido dicho oficio es el del diputado Javier Aguilera, lo cual es falso. Tengo en mi poder copia del documento donde consta fehacientemente que el destinatario es otra persona y va testado porque así lo dispone la legislación sobre protección de datos personales. También miente cuando dice que yo nombré como consejero electoral al entonces líder del sindicato de académicos de la UAA, con el que, como admite, su relación era mala; en realidad, esa designación era y es una atribución del Congreso del Estado de Aguascalientes, en la cual el Ejecutivo no intervino y, además, mi partido era minoría.
Por lo visto en ambos ejemplos, parece que cumplir con las leyes y los procedimientos institucionales no ha estado jamás en las preocupaciones ni ocupaciones de FMR, una de las razones por las cuales fracasó en la búsqueda de su reelección. Reitero la historia tal como fue: a FMR no lo derrotaron dos o tres personas o la Junta de Gobierno, sino su propia incompetencia política, su pésima gestión institucional y, pecado capital, su soberbia contumaz.
En segundo lugar, se queja de que el líder de la federación de estudiantes también le jugó las contras porque, al parecer, militaba en un partido no grato a FMR. No me consta el dicho, pero que haya contribuido a su derrota reeleccionista un muchacho de 21 años, inteligente por cierto, describe paladinamente la clara debilidad del entonces rector y su precaria inteligencia emocional para lidiar con el dirigente de su propia comunidad estudiantil.
Miente, por último, al insistir en su manejo del sistema pensionario de la UAA e implora indulgencia para evaluar lo que hizo al respecto, es decir: nada. Repito: era el único tema que, siempre temeroso y cabizbajo, trataba conmigo; su exclusiva petición era solicitar más dinero para mitigarlo, y jamás planteó una solución estructural —que pasaba por una reforma profunda del contrato colectivo— sencillamente porque no tenía el carácter ni la habilidad ni la fuerza para negociarla con sus variados interlocutores. Era él contra el mundo, el santo contra los demonios.
En su beneficio hay que decir que no está solo. FMR es el típico ejemplo, lo mismo en la UAA que en el INEE, de que solo hay dos clases de funcionarios (incluidos los universitarios): los que explican y los que resuelven. El pertenece al primer grupo y por eso le fue como le fue.

Otto Granados Roldán
Compártelo:
- Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en LinkedIn (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en Pinterest (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para compartir en WhatsApp (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para imprimir (Se abre en una ventana nueva)
- Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)
- Más