Un recuento de las críticas realizadas a este tipo de evaluación entre instituciones de educación superior

Con enorme coincidencia temática y sólo con diferencia de horas, el jueves pasado Campus y El País de España, incluyeron sendos artículos sobre los rankings. En ambos, se formula una crítica a este tipo de medición y comparación entre instituciones de educación superior (IES) y programas de estudio. En esta parte I se hace un recuento del principal contenido de ambos textos.
En el primero (“Universidades de Estados Unidos se rebelan contra los rankings”), Marion Lloyd, compañera de Campus, realizó un magnífico recuento analítico de lo que ella misma califica como la peor crisis en 40 años por parte de la publicación más prestigiada en esta materia, la revista US News and World Report. Esta revista dedica un número especial cada año para dar a conocer el elenco de las mejores universidades de la Unión Americana, y con ello también de las carreras más prestigiadas. Así, la publicación se convirtió en una guía para las decisiones que cada año adoptan millones de alumnos sobre hacia donde encaminarán sus pasos en materia de matrícula universitaria.
Un apretado resumen de lo que Marion consigna en su artículo es el siguiente. En noviembre pasado, la Universidad de Yale comunicó a la revista, que ya no daría información para la sección de “mejores escuelas de derecho de Estados Unidos”, no obstante ocupar por varios años consecutivos el primer lugar nacional. Días después, la Universidad de Harvard procede de igual manera y sobreviene una desbandada que en las siguientes semanas asumieron esa misma posición 12 de las 14 universidades mejor posicionadas a escala nacional. Luego, algo similar ocurrió por parte de la Universidad de Harvard, en lo que corresponde a las “mejores escuelas de medicina”, sumándose varias universidades en a esa misma tendencia. Además se descubrió que dos universidades prestigiadas (Temple y Columbia) enviaron información falsa. Un verdadero fraude.
El artículo de El País (“El nuevo tablero global de las universidades sin la tutela occidental y con otros objetivos”), de Elisa Silió, pasa revista a lo sucedido en la Conferencia Internacional celebrada en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, con el nombre “/i>Reinventing higher education 2023”. Esta Conferencia reunió a autoridades y expertos de los cinco continentes entre el 5 y el 7 de este mes. Desde su origen, la Conferencia tiene como objetivo principal estudiar las principales tendencias de las universidades en el mundo. En esta ocasión, uno de los subtemas fue la referencia a los rankings y sobre esta temática centra la autora del artículo su análisis.
Antes de adentrarnos en esa temática, quizá una sorpresa para algunos, de lo aportado en la Conferencia. La primera universidad creada en el mundo fue la de Fez, en Marruecos, en el año 859. Siguió, unos cuantos años después, la Universidad de Azahar, en Egipto. Luego, en terreno ya conocido, viene Bolonia en 1088. A partir de esta última se suceden las universidades europeas y se da su diseminación a todo el mundo como paradigma de una visión “eurocéntrica” que acompaña al proceso que el rector de la Universidad de Bochum, de Alemania, llama “postcolonialismo”.
Por lo que se refiere a los rankings, los más conocidos o prestigiados (Shanghai y Times Higher Education) hasta 20 años atrás reflejaban a universidades con esa raíz histórica como las de mayor calidad o prestigio. Así, en aquel tiempo, y por lo que corresponde al de Shanghai y a los primeros 100 lugares del ranking mundial, Estados Unidos situaba a 58 universidades, Gran Bretaña a 9 y Japón a 5. Con los datos del año pasado y por lo que toca a aquellos tres países los números descienden a 39, 8 y 2 universidades, respectivamente. La “sorpresa”: aparecen ya en 2023 universidades de Australia (7), China (9), Singapur (2), y Corea del Sur (1).
El defecto esencial de estos rankings consiste, como se anota en el artículo de El País, en tener una medida única para instituciones que tienen una diversidad de estructuras, procesos y fines. Coincidiendo con este juicio, y como lo expresa Marion en su artículo: a) se “cuestiona la idea de que pueda existir una única forma de medir la calidad de las IES”; b) se emplean metodologías “que privilegian la selectividad y la investigación científica por encima de la calidad de la docencia o el papel de las instituciones en promover la equidad y la movilidad social”. Una crítica coincidente con algunos de los cuestionamientos específicos que se dieron en la reunión de Ciudad del Cabo.
La próxima semana se analizarán los defectos más evidentes de los rankings, agregando comentarios al respecto.
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