¿Hablando se entiende la gente? Disparates beisboleros y futboleros

Las barbaridades enunciadas por cronistas y reporteros deportivos invaden el idioma a gran velocidad

Decir que un jugador "tiene la posesión de la pelota" es una aberración redundante.

En la televisión escuchamos y en el periódico leemos que un beisbolista quiso hacer un doble play, pero cometió un error porque se adelantó en la jugada “sin tener la posesión de la pelota”. Esto es un disparate. “Tener” y “poseer” son verbos sinónimos. ¿A cuento de qué viene esta expresión de “tener la posesión”? En realidad, lo que se tiene o no se tiene es la pelota y no la “posesión de la pelota”. Tonterías como ésta hay muchas en el beisbol (beisbolejadas podríamos llamarlas) y en el futbol (futbolejadas), pero la de “tener la posesión de la pelota” es una de las más repetidas por los cronistas beisboleros y futboleros. Como en todos los deportes, en el beisbol y en el futbol hay lenguajes cifrados que, si alguien desconoce, no sabrá absolutamente de qué le están hablando. La jerga de cada deporte vuelve al idioma hermético.

En el beisbol, por ejemplo, son frecuentes las expresiones “elevado de sacrificio”, “de espaldas al plato”, “anclarse en la goma”, “conectar un cuadrangular”, “estrenar el pizarrón”, “limpiar la casa”, “recetar chocolates”, “conectar un remolcador”, “mandar un cañonazo contra el central”, “pegar un doblete”, “hacer doble matanza”, etcétera, pero la siguiente barbaridad beisbolera es imperdible: “El lanzador de los Olmecas de Tabasco, Jon Sintes, resultó sin lesiones mayores tras ser impactado en la cara por un batazo ayer en Puebla, ya que la pelota, aunque le pegó en la mandíbula del lado derecho, no la impactó de lleno”.

La sintaxis es un horror, pero, además, el lector atento supone, en un principio, por elemental lógica, que el beisbolista recibió en la cara un gran impacto con el “bate” (palo con el que se golpea la pelota), pues esto sería un “batazo”: “golpe dado con el bate” (no confundir, por favor, con “vate”, sustantivo homófono que significa “poeta”), pero, acto seguido, se afirma que la pelota le pegó en la mandíbula. ¿Qué quiere decir esto? Que el jugador recibió en la cara no un golpe con un bate, sino con una pelota. Siendo así, no recibió un “batazo”, sino un “pelotazo”, pues el sufijo “-azo” significa, entre otras, acepciones, además de valor aumentativo, “golpe dado con lo designado por la base derivativa”. De ahí que “garrotazo” sea el golpe dado con un “garrote”, lo mismo que “pelotazo” el golpe dado con una “pelota”. Es obvio que el bateador le pegó un batazo a la pelota, la cual salió disparada y se impactó en la cara del lanzador Jon Sintes, pero, lo que recibió éste, no fue un batazo sino un pelotazo. Sin embargo, es frecuente, en la jerga beisbolera, decir y escribir que Fulano pegó “un batazo de hit”. De ahí la confusión.

Lo difícil es que en el medio deportivo se comprendan los principios de la lógica, pues éste es el ambiente, junto con el político y el de los espectáculos, donde se producen con mayor insistencia “las formas retóricas monstruosas” como atinadamente las denominó Mario Muchnik. Si hay un deporte que no se cansa de corromper el idioma, ése es el futbol. Basta con escuchar y leer un poco a los cronistas, jugadores y entrenadores para saber, por ejemplo, que los futbolistas, a diferencia de los demás mortales, jamás se caen, lo que ocurre con ellos es que “pierden la vertical” o “pierden la verticalidad” (y, ya en el suelo, suponemos que encuentran la horizontalidad), no pasan el balón a otro, sino que “lo tramitan”, no ganan, sino que “inclinan la balanza a su favor”, y, además, “especulan con el balón”, “recepcionan la bola”, “acarrean la pelota”, “perforan la red” (como si la red no estuviera ya perforada), “mantienen la propiedad del balón”, “tienen la posesión de la pelota” y, cuando avanzan hacia la portería contraria, “ofenden al rival” (sin que el espectador se percate de esas ofensas: por ejemplo, deberíamos entender, escupitajos, peinetas, mentadas de madre, epítetos, obscenos, etcétera), entre otras lindezas.

En el futbol, “da comienzo el partido” o “esto da comienzo”; “se da por finalizado el juego” o “restan diez minutos”. También se las gastan con cosas como las siguientes: “la agonía del encuentro”, “gol agónico” y, peor aún, “gol agónico de último minuto” (lo cual ya es rizar el rizo), “el ofensor”, “el esférico”, “la de gajos”, “la redonda”, “conceder servicio lateral”, “la caída de su marco”, “ser un trabuco”, “tener un trabuco”, “ser el jugador desequilibrante”, “meter un zapatazo”, “dar un calcetinazo”, “meter el gol de la honrilla”, “clavar un gol de vestidor”, “el virtual empate”, “estrellar el balón en la madera” y “sacar astillas el balón en la madera” (a pesar de que las porterías, desde hace mucho tiempo dejaron de ser de madera y ahora son de metal), etcétera.

¿Jerga deportiva o tonterías?
Digamos que son expresiones propias de la jerga beisbolera (beisbolerías) y futbolera (futbolerías), pero esto de “tener la posesión de la pelota” o “mantener la tenencia del balón”, ya es demasiado, pues “tener” (del latín ten?re) es un verbo transitivo cuya principal acepción es “asir o mantener asido algo” (DRAE), y “poseer” (del latín possid?re) es también verbo transitivo cuya primera acepción es “dicho de una persona: tener en su poder algo” (DRAE). Por todo lo anterior, decir y escribir “tener la posesión de la pelota” y “mantener la tenencia del balón”, son aberraciones redundantes: se tiene o no se tiene la pelota, se posee o no la bola, pero de ninguna manera se tiene o no se tiene la posesión, y eso de “mantener la tenencia” es sin duda un zarrapastroso extremo futbolírico.

El peligro de estas tonterías es la forma tan rápida en que se extienden en el uso del idioma, producto del gran alcance de la radio, la televisión e internet. Y ya no es sólo un desbarre hablado, sino también escrito. En el diario salvadoreño El Mundo un futbolista de la selección de ese país declaró lo siguiente: “Tener la posesión de la pelota será clave”. Quiso decir, en sencillo y buen español, que “tener la pelota será clave”. Esta barbaridad, con múltiples variantes (beisbolejadas y futbolejadas), invade el idioma a una velocidad extraordinaria.

He aquí más ejemplos, tomados de publicaciones impresas y de internet: “Hoy la clave no es tener la posesión de la pelota”, “para hacerlo debes tener la posesión de la pelota”, “el equipo que fue el último en tener la posesión de la pelota”, “debemos tener la posesión de la pelota”, “el equipo nacional aun sin tener la posesión de la pelota fue más peligroso”, “Bucaramanga, sin tener la posesión de la pelota, fue igual de peligroso”, “el partido ha sido intenso y sin tener la posesión de la pelota”, “movimientos que realizaban sin tener la posesión de la bola”, “a pesar de tener la posesión de la bola”, “tener la posesión de la bola y jugar al ataque”, “tuvo la posesión del esférico desde el primer minuto”, “tuvo la posesión del esférico en algunos pasajes del primer tiempo”, “la mayor parte tuvo la posesión del esférico y dominio del campo”, “la clave del partido será mantener la tenencia de la pelota”, “eligió no atacar y mantener la tenencia del balón”, etcétera.

En el buscador de Google hay 70,900 resultados de “tuvo la posesión de la pelota”; 63, 500 de “tener la posesión de la pelota”; 50,000 de “tener la posesión del balón”; 39,400 de “tuvo la posesión del balón”; 37,700 de “tener la posesión de la bola”; 34,100 de “sin tener la posesión de la pelota”; 27,100 de “no tuvo la posesión de la pelota”; 26,000 de “mantener la tenencia de la pelota”; 21,300 de “tuvo la posesión de la bola”; 11,800 de “tuvo la posesión del esférico”; 9,150 de “tener la posesión del esférico” y 8,290 de “tuvieron la posesión de la pelota”, entre otras lindezas disparatadas.

Sobre la firma
Fabulaciones | Web

* Fue poeta y es ensayista, editor, divulgador y promotor de la lectura. Sus libros más recientes son Por una universidad lectora y otras lecturas sobre la lectura en la escuela (Laberinto, cuarta edición definitiva, 2021), Escribir y leer en la universidad (Anuies, 2019), La prodigiosa vida del libro en papel: Leer y escribir en la modernidad digital (Cal y Arena/UNAM, 2020), ¡No valga la redundancia!: Pleonasmos, redundancias, sinsentidos, anfibologías y ultracorrecciones que decimos y escribimos en español (Océano, 2021) y El vicio de leer: Contra el fanatismo moralista y en defensa del placer del conocimiento (Laberinto, 2021; segunda edición, 2022) y Más malas lenguas (Océano, 2023). En 2019 recibió el Reconocimiento Universitario de Fomento a la Lectura, de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

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