El vencido indomable

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¿Antropología o ficción literaria? cuestionaba Octavio Paz sobre la obra de Carlos Castaneda

Un día como hoy, pero de 1914 nació en la Ciudad de México el poeta, ensayista y Premio Nobel de Literatura (1990), Octavio Paz. Paz fue un hombre de ideas, profundamente sensible y maravillosamente agudo; visionario en su análisis y crítica social. Hoy día es aún vigente su magnifico ensayo “El laberinto de la soledad”, pero también podemos vigorizar nuestro asombro si nos asomamos a ese monumental poema que es “Piedra de sol”.

En sus ensayos reunidos bajo el título “Corriente alterna” Paz analiza los principales retos de la sociedad contemporánea, pasa por el desarrollo científico, la religión, las drogas, el amor y la revolución, pero hay una parte un tanto desconocida de nuestro autor del día de hoy, un pequeño ensayo titulado “La mirada anterior”, el cual, se publicó como prólogo de la obra: Las enseñanzas de don Juan.

Sin adelantar vísperas, este prólogo que Paz firmó en Cambridge, el 15 de septiembre de 1973, concluye de la siguiente forma: “Alguna vez Bertrand Russell dijo que ‘la clase criminal está incluida en la clase hombre’. Uno podría decir: ‘La clase antropólogo no está incluida en la clase poeta, salvo en algunos casos.’ Uno de esos casos se llama Carlos Castaneda”.

En la sociedad mexicana perdura como quiste un sentimiento de inferioridad ante las llamadas “naciones desarrolladas”, la cultura del agachado frente a países de “primer mundo” se debe, a mi consideración, no sólo al subdesarrollo económico o tecnológico, sino a la falta de un corpus intelectual auténtico, autóctono.

No obstante, la saga de Las enseñanzas de don Juan, nos muestra como esto es erróneo, pues la filosofía precolombina bien puede estar a la altura de las culturas orientales milenarias o de los europeos renacentistas o modernos como Wittgenstein, Hume o Russell, tal como el mismo Octavio Paz sugiere.

Más bien ese “corpus intelectual” -durante la Colonia posterior a la Conquista- fue quemado, enterrado y ridiculizado. Pese a ello ha resistido y subsistido “la visión de don Juan es la de una civilización vencida y oprimida por el cristianismo virreinal y por las sucesivas ideologías de la República Mexicana, de los liberales del siglo XIX a los revolucionarios del XX” nos cuenta Octavio Paz en el prólogo referido y agrega:

“Un vencido indomable. Las ideologías por las que matamos, y nos matan desde la Independencia, han durado poco; las creencias de don Juan han alimentado y enriquecido la sensibilidad y la imaginación de los indios desde hace varios miles de años”.

Pero este cuerpo intelectual es sólo “imaginación”, se pregunta el autor de La llama doble: “¿antropología o ficción literaria? Se dirá que mi pregunta es ociosa: documento antropológico o ficción, el significado de la obra es el mismo. La ficción literaria es ya un documento etnográfico y el documento, como sus críticos más encarnizados lo reconocen, posee indudable valor literario”.

En la saga de los libros de Castaneda nos dice Paz, emerge la magia para dejarnos ver como la cosmovisión de los indios de nuestro país, es una visión tan sofisticada y profunda como la de los pensadores más citados en el “primer mundo”. Es por ello que, no podemos menoscabar la homologación entre literatura y filosofía con el acto de la brujería misma, entendida, por lo menos, como se postula en Las enseñanzas de don Juan.

“Sus libros -nos dice Paz de Castaneda- son la crónica de una conversión, el relato de un despertar espiritual y, al mismo tiempo, son el redescubrimiento y la defensa de un saber despreciado por Occidente y la ciencia contemporánea. El tema del saber está ligado al del poder y ambos al de la metamorfosis: el hombre que sabe (el brujo) es el hombre de poder (el guerrero) y ambos, saber y poder, son las llaves del cambio.”

Castaneda penetró en una tradición cerrada, una sociedad subterránea y que coexiste, aunque no convive, con la sociedad moderna mexicana, advierte el premio Nobel. “Como los misioneros del siglo XVI, los antropólogos mexicanos se acercan a las comunidades indígenas no tanto para conocerlas como para cambiarlas. Su actitud es inversa a la de Castaneda. Los misioneros querían extender la comunidad cristiana a los indios; nuestros antropólogos quieren integrarlos en la sociedad mexicana”.

“Los libros de Castaneda, aunque poseen un fundamento teórico: el escepticismo radical, son el relato de una iniciación a una doctrina en la que la práctica ocupa el lugar central”. De lo que Paz nos habla aquí, es de “poesis” que es “creación”.

La brujería, entendida en el contexto de la obra de Castaneda, no tiene nada que ver con lo oscuro ni con entidades dantescas, tiene que ver con lo impecable, lo incólume, con el camino del guerrero sin mácula ni tacha. Un mundo sin dudas y sin peros. Sin ambiciones, ni vicios, sin sentimientos de ganancia o de perdida. Es una reconsideración total acerca de la existencia.

“La iniciación de Castaneda puede verse como un regreso, guiado por don Juan y don Genaro -ese Quijote y ese Sancho Panza de la brujería andante, dos figuras que poseen la plasticidad de los héroes de los cuentos y leyendas- el antropólogo desanda el camino” ha asegurado Octavio Paz a quien hoy recordamos, pero si lo queremos decir de otra forma, diríamos que, nos recuerda “el olvidado asombro de estar vivos”, pues lo que nos espera, como lo que nos precede, pertenece de por sí al misterio del infinito.

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