Analizan los retos contemporáneos para los observatorios de comunicación en el Iteso

La institución fue sede del Encuentro Nacional Docente en Ciencias de la Comunicación 2023, en el que se discutió sobre el panorama social actual y el rol que juegan los nuevos actores de la comunicación pública

Nuevos paradigmas obligan a que las miradas que surgen desde los observatorios de medios sean distintas, señalan expertos. 

Los nuevos tiempos plantean retos. En los últimos 20 años la sociedad se ha movido como un titán sobre cordilleras, y estos nuevos emplazamientos obligan a que las miradas que surgen desde los observatorios de medios sean distintas. 

Desde este nodo de reflexión arrancó ColaboratorIA: Encuentro Nacional Docente en Ciencias de la Comunicación 2023, organizado por el Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación (Coneicc), que se llevó a cabo en el Iteso, cuya conferencia inaugural fue impartida por Juan Larrosa Fuentes, director del Departamento de Estudios Socioculturales (Deso). 

Con el tema “Observatorio de la comunicación para el siglo XXI: problemas, retos y agendas de trabajo”, Larrosa Fuentes comenzó con un recuento histórico de los grandes cambios de las últimas dos décadas, en algo que define como la globalización finisecular y que inició con el Consenso de Washington, la apertura y desregulación de los mercados internacionales y el vaticinio del fin de la historia que hiciera el académico Francis Fukuyama. Se trata de un estatus que se desdibujó por completo con el derribo de las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, con lo que se frenó el discurso globalizador, tras lo cual llegó la crisis económica de 2002, nuevas guerras en el Medio Oriente, la aparición de políticas restrictivas y el endurecimiento de un mundo que pretendía ser cosmopolita y multicultural. 

El paso de los años trajo consigo la llegada de movimientos populistas y nacionalistas que han profundizado la mirada hacia dentro —el MAGA de Donald Trump o el Brexit en Reino Unido—, y el énfasis hoy se centra en el nearshoring —la geolocalización de la producción cerca de los grandes centros del poder económico mundial— más que en la apertura mercantil. Incluso, hay propuestas teóricas que hablan de una desglobalización o de la caída del discurso de la globalización como garante del bienestar mundial. 

La explosión de la comunicación digital es otro de los fenómenos que han marcado estos años, con la irrupción de la internet, que llevó a los grandes medios, primero, a montar réplicas de su contenido en línea y, posteriormente, a apostar por contenido original, hasta al surgimiento de medios nativos digitales, tras el cual llegarían las redes y plataformas sociales como Facebook, Twitter (hoy X), YouTube y más recientemente, TikTok, que trajeron consigo a nuevos actores (los creadores de contenido), un terreno en el que la línea entre lo que es y no es periodismo se encuentra desdibujada. 

Es en este contexto en el que nacen los observatorios de comunicación, a propuesta de Ignacio Ramonet, ex director de Le Monde Diplomatique, durante la celebración del Foro Social Mundial de Porto Alegre 2011, cuando se cimentó el interés de analizar el trabajo de los medios y de sus discursos de poder. En América Latina los observatorios respondían a problemas específicos como la falta de libertad de expresión en gobiernos autoritarios, semiautoritarios o en transición, o bien a la necesidad de profesionalización periodística: “En México, muchos de estos esfuerzos se concentraron en denunciar el poder de censura por parte del Estado, o en la crítica de la simbiótica relación entre medios y poderes públicos”. 

Las tareas de los observatorios
A partir de este panorama, Larrosa se cuestiona sobre los futuros posibles para los observatorios de comunicación y delinea cuatro acciones necesarias en las agendas de estos.

La primera es “mapear los sistemas de comunicación actuales”, partiendo de la evidencia de que seguimos operando con viejas cartografías, por ejemplo, en estas dos décadas la televisión dejó de ser el medio dominante a escala mundial —lo que en México ahora se reduce a “Televisa ya no es el enemigo”—, por lo que el análisis ahora requiere de una sofisticación teórica y metodológica: “Hoy estamos frente a un sistema híbrido de comunicación, en el que se mezclan prácticas nuevas, viejas y contemporáneas”.

La segunda tarea pasa por “observar las crisis epistémicas producidas por sistemas y prácticas de comunicación pública disfuncionales”, es decir, detectar el uso de propaganda y visiones unilaterales, la propagación (deliberada o no) de información falsa, y las propias fake news que copian formas y formatos de producción periodística tradicional, pero con otros propósitos, algo que podría comenzar a abundar con la explosión de la inteligencia artificial.  

En tercer lugar, Larrosa destacó la obligación de “observar la crisis socioambiental desde una perspectiva comunicativa”, entendiendo que los discursos de la comunicación digital hacen referencia a una falsa instantaneidad, así como cuestionando la idea de la nube como un lugar etéreo donde se guarda la información, cuando en realidad se necesitan inmensas infraestructuras hechas a base de materiales extraídos de la tierra para ponerlos a operar. 

Finalmente, afirmó, ve necesario “analizar las inequidades comunicativas”, teniendo en cuenta la desigualdad en la distribución de recursos que repercuten en la comunicación en fenómenos como los desiertos informativos —el cierre de muchos medios locales, que deja grandes territorios y comunidades sin comunicación pública—, o la brecha digital —alrededor de 30 millones de personas en México están desconectadas—, la calidad del servicio y la alfabetización digital. 

El acto inaugural del encuentro fue encabezado por Catalina Morfin López, directora general académica del Iteso, y por Francisco Pérez Rodríguez, presidente del Coneicc, quienes destacaron el enfoque pedagógico e investigativo del encuentro y su compromiso por abordar los retos actuales de la comunicación. 

“Se trata de voltear a ver a nuestros profesores de asignatura, aquellos que están frente a grupo compartiendo sus conocimientos, generando nuevas inquietudes con los estudiantes. Queríamos saber cómo piensan, cómo imparten ciencias de la comunicación en otras instituciones, es un espacio de mucha riqueza académica que sabemos que se va a aprovechar”, expresó Pérez Rodríguez. 

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