Parece que cada aniversario de este suplemento educativo coincide con días de definición dentro de las instituciones de educación superior de México. Lo cierto es que, al cumplir dos décadas, las universidades públicas y privadas han luchado por su autonomía y su lugar como los catalizadores del proyecto de país.

Pero, con todo lo que han aportado al México de hoy y de ayer, continúan en su lucha por ser reconocidas como lo que son: forjadoras del mexicano de mañana.

A más de dos años y medio del inicio de la pandemia, las universidades siguen a la deriva presupuestal. Hace apenas unos días, durante la asamblea general de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, sus integrantes manifestaron su preocupación ante el sistemático deterioro del presupuesto destinado a la educación superior “en un momento histórico en que deben llevarse a cabo cambios fundamentales para atender rezagos provocados por la pandemia y atender a un número creciente de estudiantes en el marco de la obligatoriedad y gratuidad establecidos en el Artículo Tercero Constitucional y la Ley General de Educación Superior”.

Y es que los retos son claros: la matrícula se ha incrementado en un 20 por ciento mientras que el subsidio federal se ha reducido 13.5 por ciento. Es hora, de una vez y para siempre, de que las instituciones de educación superior del país den un paso al frente y exijan el papel que en las aulas se han ganado.

Son 20 años de Campus, el suplemento educativo de Milenio, y los problemas parecen haber cambiado poco. Ahora, con el hándicap de la deserción escolar a causa de la pandemia, la lacerante inflación y los ataques a su autonomía, las universidades del país se encuentran en la encrucijada de ceder ante el statu quo o alzar la voz ante lo que es ya una deuda histórica. México se los debe.

Ahora toca responder por las instituciones de educación superior del país. Es un deber de sus ciudadanos, de sus gobernantes, de sus servidores públicos.

Campus ha sido testigo activo de un sector boyante, pleno, que siempre ha dado la cara por su país pese al evidente desconocimiento que existe por parte de un significativo sector de la población sobre su impacto y trascendencia en el México de hoy y de mañana. Aquí, en estas páginas, en los bytes de nuestro sitio, en los pixeles de la televisión y en todo lo que lleve el nombre de Campus, existirá el espíritu rebelde y antiautoritario de su fundador y todo lo que ello conlleva. Se cumplen exactamente cuatro años de su partida pero seguimos aquí recordándolo y usando su ejemplo como compás moral.

En sus dos décadas, Campus debe agradecer, como siempre, a Adrián Loaiza y todo el equipo editorial de MILENIO Diario. Somos afortunados de llevar con ustedes esta encomienda.

Nuestros colabores son la sangre y neuronas que este suplemento. Infinitas gracias por un año más juntos y por apoyarnos en esta insaciable labor. A Vanessa y Ricardo, como siempre, mi más sincero y fraternal reconocimiento. Hacen que esta labor se sienta como una gigantesca satisfacción.

Y a las universidades que han estado con nosotros en estas casi mil ediciones, sólo podemos retribuir su gentileza y apertura haciendo de este espacio, su casa. Campus es el eco de cientos de miles de voces que a veces no llegan aquí pero que, siempre, nos moldean, nos impulsan y nos hacen cuestionar el México que debe ser.

Gracias a los universitarios de ayer y de hoy por motivar esta causa. Es de ustedes y por ustedes. Por los siguientes veinte años.

Salvador Medina