El programa que nació para brindarle un maestro a las comunidades rurales de México terminó causando un gran impacto en el ámbito educativo de nuestro país

Este año, en el mes de octubre, se cumplirá un centenario de las “misiones culturales”, modelo creado junto con la Secretaría de Educación Pública (SEP) con la intención de subsanar la falta de docentes que atendieran a las poblaciones, especialmente a las comunidades rurales en nuestro territorio nacional.
Oficialmente, en octubre de 1923 se expidió el Plan de las Misiones Federales de Educación y en febrero de 1926 se creó la Dirección de Misiones Culturales. Esta parte de la historia de la educación es de suma relevancia para el devenir del Sistema Educativo Nacional y del país en su conjunto. Empecemos.
Además de ser un programa cuya intención era la de alcanzar quizá no una escuela, pero sí un maestro a las comunidades rurales de México, este programa, en los hechos, terminó alcanzando dos logros fundamentales: 1) consolidar la Revolución a través del reparto agrario y; 2) crear el gremio magisterial y demás sindicatos obreros y campesinos.
Mucho se dice en la teoría pedagógica de como la educación es una primera llave de acceso a los demás derechos fundamentales, bien, pues con las misiones culturales pasó de este modo. En 1921 la recién creada SEP, a impulso de José Vasconcelos, llevaba la bandera de la Revolución, y los maestros de hace 100 años, fueron sus mejores proselitistas.
Pero estos no fueron propagandistas demagógicos, más bien, misioneros que llevaron a las comunidades la buena nueva de la Revolución, de forma que, enseñaron a las poblaciones la manera de hacer valer los derechos que este movimiento social había conquistado a sangre y fuego.
A partir de ahí, los maestros rurales se convirtieron en grandes activistas a favor del derecho de manifestación y organización: se crearon los sindicatos obreros y campesinos. Del mismo modo, acompañaron de forma paralela el reparto de tierras de la Reforma Agraria.
Las misiones culturales entonces, avanzaron poco a poco, a partir de 1923. Empezaron en el estado de Hidalgo con un puñado de maestros, hoy día podríamos decir que por aquel entonces se emprendió el “programa piloto”.
Para ponderar la importancia que este programa tenía para la SEP de aquel entonces, solamente mencionaremos a dos de los maestros que encabezaron este proyecto: 1) Al maestro Roberto Medellín como jefe de la misión, quien además -en ese momento- era el Oficial Mayor de la SEP, (hoy el TUAF, o sea el que maneja las finanzas de la dependencia) y; 2) al maestro Rafael Ramírez, quien no necesita presentación por ser un ícono de la educación rural; sus restos descansan en la Rotonda de las Personas Ilustres.
Bien, pues con estos dos titanes empezaron las misiones culturales en el estado de Hidalgo, en Villa de Zacualtipán durante la segunda quincena del mes de octubre, según nos dicen los registros. Quizá lo más emocionante de las misiones fue la organización horizontal que logró. Recordemos que hace 100 años la mayor parte de los maestros, habían acreditado si acaso, la educación primaria.
Aquellos instructores poco preparados, pero con una voluntad férrea y un espíritu inquebrantable configuraron lo que históricamente conocemos como Escuela Rural Mexicana (ERM), de acuerdo con otro titán de la educación nacional, el maestro José Santos Valdés (educador, filósofo y periodista); la ERM fue una “institución única, por sus perfiles, en el mundo, más que obra de pedagogos ha sido el fruto de la lucha de masas campesinas que, al pelear por la tierra, pelearon por la escuela”.
Siguiendo al maestro Valdés, “la escuela rural cobra vigor y prestigio a medida que se liga a los problemas del hombre del campo y de que éste va recibiendo la tierra”, más aún, “los campesinos de México fueron los que hicieron arraigar a la Escuela Rural Mexicana”.
En resumen, “las Misiones valientemente emprendieron la tarea de organizar a los campesinos tanto con fines sindicales como con fines a conseguir la dotación legítima de la tierra”, nos dice este prócer de la patria que fue el profesor Valdés García de León.
Es poco considerada esta tarea que la escuela cumplió a favor del pueblo mexicano: la educación como faro guía de la justicia revolucionaria, justicia de ejido, justicia poética. La educación extraescolar impulsada por la Revolución, abarcó el “fundamental aspecto de una educación política cuya intención es la de hacer que el campesino de México comprenda, sienta y se explique el proceso social (revolucionario) que en el país se opera”.
Ahora bien, los gremios. “A fuerza de luchar por el mejoramiento comunal y de los maestros en servicio y de ligarse por consecuencia, con los obreros, los campesinos, las amas de casa y los jóvenes… los maestros misioneros empezaron a pensar y a sentir la necesidad de organizarse”. De este modo, nos explica el maestro José Santos, los maestros misioneros constituyeron la primera organización vertical que tuvo el magisterio mexicano.
Sabemos hoy, pues, que el origen del sindicato más grande de América Latina (el SNTE) tuvo sus ciernes en el campo mexicano. Sin duda, otro ejemplo de como la educación es un sector transversal a la mayoría de las actividades del desarrollo nacional siempre en marcha, siempre avanzando.
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