La Declaración del Decenio de las Lenguas Indígenas

Un cambio de narrativa al enfoque en la diversidad lingüística

Es necesario sensibilizarse sobre el valor de las lenguas como recurso humano.

La Declaración del Decenio de las Lenguas Indígenas emitida por parte de la Unesco justo antes de la pandemia, o Declaración de los Pinos, a la que se le hicieron observaciones para su mejora, y cuya implementación ha arrancado recientemente, es una cuestión fundamental que hay que abordar como parte de la necesidad de un cambio de narrativa en el discurso en torno a la diversidad lingüística. En el mejor de los casos, hasta ahora sólo ha habido un parcial reconocimiento del alto valor de la diversidad lingüística para el bienestar de las sociedades, bienestar vinculado tanto en la salud física como mental. Hoy sabemos de los beneficios del multilingüismo a todo nivel, y lo pernicioso que resulta el monolingüismo a ultranza. Su verdadera implementación en concertación con la sociedad civil resultaría fundamental tanto por parte de la sociedad mayor, como de sus instituciones, y desde luego de las propias comunidades hablantes de lenguas originarias, quienes muy desafortunadamente, en no pocas ocasiones han llegado a interiorizar por lo menos algunos estigmas de la herencia colonial que atentan contra la integridad histórica y sociocultural, y que también es integridad lingüística y territorial de los pueblos originarios.

La llamada Declaración de los Pinos puede llegar a constituirse en un alentador programa; por lo menos ya es un respiro en el papel para la defensa y reversión del desplazamiento y potencial sustitución de la mayoría de las lenguas del planeta, y desde luego su desarrollo, muy vinculado también a las metas del Desarrollo Sostenible de la ONU. Esto incluye una gran cantidad de temas vinculados a las lenguas originarias que presentan diversos grados de vitalidad y amenaza. No ajenos en absoluto a ellas y sobre todo a sus comunidades hablantes, como queda dicho la relación de las lenguas con el bienestar, en general, y la salud, en particular, el crecimiento económico, el cerrar la brecha digital y el rezago educativo, el abatir el racismo y la discriminación y promover la inclusión con sensibilidad cultural y lingüística, y la estrecha relación de la diversidad lingüística con la diversidad biológica, cultural y territorial, destacando claras conexiones entre, por ejemplo, las regiones de mayor diversidad biológica con las de multilingüismo. Entre otros aspectos que nos hacen ver que las lenguas constituyen núcleos duros del quehacer humano y su diversificación, adaptación y conformación histórica. A la vez que indicios fehacientes de la diferencia cultural, afirmación y animación identitaria y la existencia misma de los pueblos y sus epistemologías propias que les proveen de identidad cultural en general y lingüística en particular.

Como parte de un discurso desafortunadamente casi limitado a la comunidad académica, el gran público global todavía requiere sensibilizarse mucho más del valor del multilingüismo como un recurso humano fundamental —todo un desafío educativo en el que también trabajamos en el CIESAS, produciendo materiales en las lenguas con el concurso de los propios hablantes desde la base comunitaria (https://tlacuatzin.org). Por lo tanto, hay que impulsar la idea de la “normalidad” del multilingüismo en el planeta, que es lo efectivamente más apegado a la realidad a nivel global. Concepción que habría que buscar generalizar en la sociedad mayor y así también empezar a por lo menos matizar los monolingüismos lingüicidas que atentan en su contra y lo que éstos representan en términos de visiones opresivas unilaterales.

Todo esto quiere decir que la prioridad de la investigación de la diversidad lingüística todavía se circunscribe a su documentación pasiva, entendida como acopio de datos de forma más o menos sustentable y sistemática; respaldados robustamente, siendo esto lo que se entiende en buena medida por buenas prácticas en la llamada documentación lingüística. En el mejor de los casos ello permite el análisis lingüístico, un paso fundamental si bien no único y mucho menos exclusivo para la recuperación de las lenguas y su (re)vitalización.

La naturaleza altamente variable y rica de la diversidad multilingüe requiere en suma no sólo de su documentación sino de un cambio en el discurso y práctica que, como hemos sugerido, invita a una revaloración y curaduría cuidadosa, activa, recuperando el concierto de voces polifónicas que apuntan a la diversidad humana. Un complejo mosaico de relaciones que a nivel global se expresa entre otros en el no total acuerdo sobre el número de lenguas en el mundo, extensivo desde luego a otras situaciones, como la mexicana.

Son éstos, entre otros, algunos de los grandes desafíos que hay que enfrentar para la recuperación, promoción y fortalecimiento de la vasta diversidad lingüística en el mundo y sus implicaciones para las reivindicaciones de todo tipo, sobre todo entre los pueblos originarios, que algunas estimaciones con acento necrofílico (Crystal, 2013), llegan a considerar que cada dos semanas se pierde una lengua en el planeta, discurso y prácticas que como hemos sugerido, deberían cambiar si queremos verle un futuro a las lenguas llamadas tristemente “amenazadas”.

Sobre la firma
José Antonio Flores Farfán
Investigador, CIESAS Ciudad de México

Investigador, CIESAS Ciudad de México

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