La raza

A propósito del Día de la Raza y de cara al centenario de la consumación de nuestra Independencia, presentamos unas breves líneas sobre la fundación de México Tenochtitlán.

México aún tiene su historia antigua soterrada como sitio arqueológico desconocido. A propósito del Día de la Raza y de cara al centenario de la consumación de nuestra Independencia, hoy trazaremos unas breves líneas con respecto a la fundación de México Tenochtitlán.

Los indígenas ilustrados coinciden en que la fundación de una patria implica la muerte de los pueblos, pequeñas naciones aglomeradas alrededor de una lengua y una cultura que, una vez fundada la patria son “asimiladas” y neutralizadas.

Recientemente hemos hablado como la empresa de la educación pública sirvió en gran medida para alfabetizar o castellanizar a las poblaciones indígenas y, de ese modo vincularlas con el progreso nacional. De tal modo que, cuando se consuma la Conquista, cuando se consuma la Independencia, todos los pueblos anteriormente sometidos por los mexicas pasan a ser “mexicanos”. ¿Pero quienes eran los mexicas?

De manera similar a los judíos el éxodo de los fundadores de Tenochtitlán abarcó varias generaciones desde su salida de la mítica Aztlán, 40 años vagó Moisés en el desierto desde su salida de Egipto hasta las tierras de Canaán, bien, pues el “éxodo mexica” se calcula en 210 años, desde su salida en 1116 hasta la fundación de Tenochtitlán en 1325.

Tenoch  

“Comienza Plutarco su admirable libro de las Vidas de varones ilustres por las de Teseo y Rómulo, el primero fundador de la ciudad de Atenas, y el segundo fundador de Roma. Séanos, pues, permitido que, siguiendo sus huellas, comencemos nuestro libro por la vida de Tenoch, fundador de México”, así empieza la obra Hombres ilustres mexicanos, publicado en 1873, con el comando del gran Ignacio Manuel Altamirano.

En especifico este texto de Alfredo Chavero, nos cuenta como el denominado Códice Boturini es claro al narrar la peregrinación de los aztecas quienes pertenecían a la nación Nahoa (Nahua), por aquel entonces, previo a este centenario éxodo, los Toltecas ya habían florecido como pueblo, emanados también de la nación nahua.

Es de destacar que, los hombres y mujeres que emprendieron esta peregrinación desde Aztlán, eran más una tribu que un pueblo, entre ellos se sabe que había xochimilcas, cholotecas, malinalcas, chichimecas y tepanecas. “Es notable que ya Torquemada se fijara en la semejanza de ambas peregrinaciones (la judía y la mexica): le pareció mal al censor la comparación que con el pueblo de Dios se hacia de un pueblo que él creía guiado por el demonio”, según nos cuenta Chavero.

Uno de los paralelismos que se encuentran entre los éxodos judíos y mexicas es que, en ambos casos, varios de los peregrinos no querían seguir en busca de la tierra prometida, en el caso mexicano, se cuenta que esto sucedió en Michoacán, ahí se separaron las tribus y se instituyeron los sacrificios humanos, pues de manera similar que con los judíos, ante estas diferencias, de una entidad ignota se desprende un estruendo, asesina a los jefes rebeldes, abre su pecho y extrae su corazón. 

Antes de la fundación de Tenochtitlan, los mexicas fueron sometidos y reducidos a servidumbre por el pueblo de Culhuacan. Cabe destacar que, la combinación tenochtli, surge de las palabras “tetl”, piedra, y “nochtli”, tunal; algo así como “piedra de tuna”, el cual, al mismo tiempo reconocía el nombre del fundador de la ciudad.

Los mexicas, decíamos, eran perseguidos por los de Culhuacan, anteriormente en los cañaverales de la laguna -recién instituido el sacrificio humano- habían arrojado el corazón de su enemigo, Copil, en este lugar; de acuerdo con la leyenda, del corazón de Copil, creció una peña, de la peña surgió un gran tunal; nacía Tenochtitlán.

Esta imagen es representada en nuestro escudo nacional, pero considero que la mayoría de los mexicanos “creemos” que esta águila iba pasando de manera fortuita para cumplir la visión del dios que empujaba a los mexicas en su peregrinar, pero no es así, según la leyenda, este tunal era tan grande que servía de morada para el águila, símbolo de la grandeza guerrera.

Entonces este dios, en medio de la calamidad mexica, los seguía incitando a buscar a la salida del sol esta señal para formar la nueva ciudad que se convertiría en imperio. Se pusieron pues en marcha los mexicas, y vieron que de en medio de la laguna salía una fuente de agua límpida y azulosa, y sobre un tunal que crecía en una peña, contemplaron al águila. Allí se asentaron finalmente, y bajo el mando de Tenoch fundaron la ciudad, y levantaron el primer templo a Huitzilopochtli, nos cuenta la fábula fundacional de nuestra raza.

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