La llama doble es un maravilloso ensato donde Octavio Paz aborda el amor y la sexualidad
Las emociones son globales, el amor como la cólera atañen a todo lo humano sin importar el lado del hemisferio donde uno se encuentre, pero el amor trasciende el mundo, podría decirse que trasciende la vida. “Por el amor vislumbramos, en esta vida, la otra vida” ha dicho Octavio Paz en ese pequeño, pero maravilloso ensayo del cual hablaremos el día de hoy: La llama doble.
“El amor y el erotismo –llama doble- se alimentan del fuego original: la sexualidad. Amor y erotismo regresan siempre a la fuente primordial, a Pan y a su alarido que hace temblar la selva” nos dice nuestro Premio Nobel de Literatura (1990). Pero más todavía: el erotismo es cultural.
“La sexualidad es animal; el erotismo es humano”, por lo tanto, una manifestación de la cultura. “El erotismo es invención, variación incesante; el sexo siempre es el mismo”. De ahí la variación de expresiones para referir un mismo acto; como <<La petite mort>> de los franceses.
Aunque para Paz, “el acto en el que culmina la experiencia erótica, el orgasmo, es indecible. Es una sensación que pasa de la extrema tensión al más completo abandono y de la concentración fija al olvido de sí; reunión de los opuestos, durante un segundo: la afirmación del yo y su disolución, la subida y la caída, el allá y el aquí, el tiempo y el no-tiempo. La experiencia mística es igualmente indecible: instantánea fusión de los opuestos, la tensión y la distensión, la afirmación y la negación, el estar fuera de sí y el reunirse con uno mismo en el seno de una naturaleza reconciliada”.
En este sentido, el arte hace más o menos el mismo reflejo, según el análisis paziano, encontramos erotismo en la poesía mística, tanto como encontramos religiosidad en la poesía amorosa. Difícilmente podría ser de otra forma, pues, independientemente de la cultura, el ser amado será siempre (ante nuestros ojos) la representación de La Divinidad aquí en la Tierra, pero pues a algunos les pasa lo mismo con los tacos al pastor (disculpe usted el buen humor).
En fin, Paz nos recuerda que “uno de los fines del erotismo es domar al sexo e insertarlo en la sociedad… sin sexo no hay sociedad pues no hay procreación” y agrega “en nuestra época, la política absorbe al erotismo y lo transforma; ya no es una pasión sino un derecho”.
A pesar de lo anterior, amor, sexo y erotismo, no han avanzado en una evolución constante, pues la modernidad como varias de las cosas que ha tocado las ha pervertido. El también autor de </>El laberinto de la soledad afirma que “el dinero ha confiscado al erotismo porque, antes, las almas y los corazones se habían secado”. Aún más, cuando asegura que: “el capitalismo ha convertido a Eros en un empleado de Mammon”.
Aun así, o justamente debido a lo anterior “el amor -todavía- mezcla la tierra con el cielo: es la gran subversión… Todo amor es eucaristía”. Si nuestro mundo ha de recobrar la salud -como ha afirmado Octavio Paz- “la cura debe ser dual: la regeneración política incluye la resurrección del amor”.
“La crisis de la idea del amor, la multiplicación de los campos de trabajo forzado y la amenaza ecológica son hechos concomitantes, estrechamente relacionados con el ocaso del alma”. ¿Cómo cuidar del planeta si no cuidamos de nuestra familia? ¿Cómo amar a nuestra pareja sino amamos nuestra salud?
Terminamos recordando lo necesario que es para nuestra generación reinventar el amor.
“Reinventar el amor es reinventar a la pareja original, a los desterrados del Edén, creadores de este mundo y de la historia”. En resumen, la dicha del amor es la dicha de la vida, aquí y en China. El erotismo por su parte es la forma en la cual nos recreamos, nos gozamos y re-gozamos, pero este depende de cada época y de cada lugar, pertenece a la cultura y al tiempo vigilante de nuestros actos.

Héctor Martínez Rojas
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