Ante una espiral de desvalorización de la ciencia, el sistema se había transformado, para los investigadores, en un paliativo económico que ahora podría incluso desaparecer

El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnológica (Conacyt) anunció, en su página web, la publicación de los ingresos, permanencias o promociones en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), después de la ronda de evaluación de candidaturas 2022. Al hacerlo, cumplió con el calendario previsional de la Convocatoria que había programado esa actividad a más tardar en noviembre.
Los tres datos proporcionados sobre los seleccionados (nombres, apellidos y categoría) en un PDF de 574 páginas, confirman tanto lo sabido como lo sospechado. Corroboran una estructura piramidal de base ancha del Sistema, principalmente a nivel 1, su atractividad para los jóvenes académicos interesados en hacer de la ciencia su trabajo y la preservación de un esquema de crecimiento del SNI. Ese reportaba tener a 36623 miembros, hace apenas unos meses, entre los vivos y los difuntos.
La lista fue obviamente relevante para quienes estaban en espera de saber cómo les había ido en sus candidaturas. Pero, suministra una información insuficiente si se la compara con la contenida en el Padrón de beneficiarios 2022, subido a la pagina del SNI el 2 de julio de este año. Además de no ser de fácil manejo el formato, no registra datos que sería interesante conocer sobre los investigadores reincorporados o de nuevo ingreso, tales su adscripción institucional, su género o su área disciplinaria, para proyectar el desarrollo a futuro del SNI.
Debido a ello, dicha lista no aporta aclaraciones sobre fenómenos que, si bien no son nuevos, si, han generado una inquietud creciente entre los investigadores del país. A consecuencia, tampoco contribuye a apaciguar el debate que se generó en la prensa (Milenio, Nexos, La Jornada, El Universal), unas semanas atrás. Las discusiones versaron, esencial —aunque no exclusivamente— sobre el uso del criterio de prelación y las condiciones de tránsito entre las categorías del SNI. Por ello, en las próximas semanas, una vez formalizados los procesos de admisión y de readmisión, será ineludible que las autoridades del Conacyt proporcionen información o reiteren sus posiciones sobre las cuestiones generales evocadas recientemente (la suficiencia de los recursos del SNI, por ejemplo) y sobre algunas específicas, enlistadas a continuación.
Un primer asunto concierne la transmisión de informaciones sobre cuantos postulantes, por categoría, motivo y comisión dictaminadora, se inconformarán por los dictámenes y solicitarán su reconsideración. Eso tomando en cuenta que el artículo 28 del capítulo V del Reglamento del SNI hace de ese procedimiento una apuesta de riesgo, al enunciar, en el alineado 1, que: “La interposición del recurso implica que la investigadora y el investigador recurrente renuncia al resultado que hubiera obtenido” …y que “no podrá desistirse” de su recurso. Es probable que, como siempre lo ha hecho, el Conacyt sólo dará a conocer las revisiones concedidas. Seguiremos desconociendo las disconformidades por categoría o por disciplina ante el proceso de evaluación. Menos todavía sabremos quiénes y cuantos de los que las expresaron sin éxito acudirán a otras instancias de apelación, una vez agotadas las internas del SNI.
Una segunda urgencia para los responsables del SNI será dar seguridad sobre el otorgamiento del incentivo económico a todos, una vez firmado los convenios. Hasta ahora, completar ese procedimiento aseguraba recibir el incentivo económico correspondiente a la categoría atribuida, aun cuando los reglamentos siempre advertían que el pago dependía del dinero disponible. Esperemos que siga así. Pero, en un hipotético caso de insuficiencia de recursos, ¿qué acontecerá? La polémica mediática sobre la prelación evidencia la incertidumbre que campea al respecto. Varios especialistas han denunciado que dicha clasificación, orientada a informar a los solicitantes respecto del cumplimiento de los criterios de adscripción a cada categoría, podría ser utilizada como un parámetro burocrático para atribuir la beca, en un contexto de insuficiencia presupuestaria. Urge entonces que la comunidad académica obtenga respuestas claras a ambos interrogantes: ¿hay suficiente dinero en el SNI para que pague el estímulo económico a todos sus integrantes? ¿Cuál es el propósito de la prelación?
Un tercer tópico por esclarecer concierne la situación de los candidatos y las condiciones para transitar a la categoría 1. Los candidatos obtienen su nombramiento por cuatro años, una sola vez (articulo29(1) del Reglamento General). Agotado ese plazo y a diferencia de lo que ocurre en los niveles 1,2 y 3, en donde los investigadores tienen opción de permanecer sin restricción temporal, los candidatos, una vez vencido ese plazo, deben alcanzar los requisitos para ascender a SNI 1. Si no, se quedan fuera. No estoy segura de que todas las instituciones de educación superior se hayan percatado de lo que significa esa disposición, en términos de los apoyos requeridos por los científicos ubicados en esa categoría para sostener exitosamente su recorrido.
Los colegas que han analizado el funcionamiento del SNI desde su puesta en marcha a mitades de los 80 del siglo pasado, han advertido que este se ha vuelto un paliativo económico, ante una espiral de desvaloración de los sueldos en la academia. Con el pasar del tiempo, ha servido, como distintivo de calidad, pero, sobre todo, como un remedio a la erosión del ingreso salarial ¿Qué ocurrirá, además de un hartazgo patente, en un cuerpo profesional con precarias condiciones laborales, si el SNI deja de funcionar como lo hizo y si las deterioradas situaciones escalafonarias no mejoran? Lo dice el proverbio, de tanto tensar la cuerda, acaba por romperse.