El edificio de la SEP, una obra de arte

Espacios llenos de arte e historia conforman este espacio emblemático de la educación nacional

La realización de la obra estuvo a cargo del ingeniero Federico Méndez Rivas.

Sopesar la historia es un estímulo para la memoria. El aprendizaje sucede justamente cuando encontramos nueva información que hace sinergia con datos que ya conocemos; bien pues un día como mañana, 9 de julio, pero de 1922 fue inaugurado el edificio sede de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en esta ocasión haremos un breve repaso de la historia de este bellísimo inmueble ubicado en el centro de Ciudad de México, entre las calles de Brasil y Argentina.

Lo primero que hay que recordar -las piedras nos lo dirán- es que, en prácticamente toda la cultura occidental, la educación estuvo monopolizada por el clero; en México fueron las Leyes de Reforma -impulsadas entre otros por Juárez, Ocampo, Altamirano y el nigromante Ignacio Ramírez- las que le quitaron el monopolio de la educación a la Iglesia. Una parte importante del inmueble del que hoy hablamos, fue en sus inicios, un convento, veamos.

El edificio sede de la SEP está compuesto por varios inmuebles que fueron construidos durante la época colonial. La parte más cercana a la calle de Argentina donde se encuentran el “Patio del trabajo” y el “Patio de las fiestas” -a finales del siglo XVI- albergó el Convento de Santa María de la Encarnación del Divino Verbo; este magno convento ocupado por los dominicos, fue reconstruido en estilo neoclásico casi 200 años después de su fundación, en 1792, se construyó en 1594.

Los hábitos marrón y blanco de las monjas fueron exclaustrados en 1860 por las Leyes de Reforma, entonces el inmueble se hizo escuela de Jurisprudencia, ahí estudió José Vasconcelos, quien por muchos años fue uno de los grandes motores de la evolución de la cultura mexicana, desde la filosofía hasta la plástica, pues técnicamente abrió la puerta al fermento del muralismo.

Entonces para alcanzar el éter de las ciencias y ponerlas al alcance de la mano obrera que envía a sus hijos a la escuela pública, hacía falta un palacio monumental dedicado a la educación nacional, amplio como las ideas, vivo como la Revolución.

El idilio de Vasconcelos

José Vasconcelos fue titular del ministerio que creó, de 1921 a 1924, esos breves años emanados de la fuerza del Ateneo de la Juventud y de la Universidad Nacional, bastaron para que la obra educativa fuera inagotable.

En 1928, Diego Rivera concluyó los murales de la novísima y flamante SEP, debido a su plástica artística, a esta parte del recinto se le dividió en patio de las “fiestas” y patio del “trabajo”.

En el primer patio, el pintor guanajuatense hizo de los muros de la SEP un códice petrificado con el folklore y celebraciones propias de nuestra cultura; mientras que, en el otro patio, en el del trabajo, Rivera reflejó los esmeros de la Revolución, cargándose un poco más en el tema agrario.

Cuando Vasconcelos tuvo el visto bueno del presidente Obregón para echar a andar la SEP, y el Oaxaqueño ideaba el edificio del nuevo ministerio, él pensaba que ese proyecto debía competir con Palacio Nacional, emular los muros del tesón, su grandeza y hermosura. En sus tres breves años como Secretarío no se logró, pero la Secretaría siguió creciendo.

En 1937 el predio contiguo -la parte que ahora da su faz a la calle de Brasil- se adjuntó a la SEP, este otro inmueble fue creado originalmente (1731) para establecer la Real Aduana. Más de cien años después, con Porfirio Díaz, este lugar fue la sede de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas.

Una obra de arte

Contrafuertes y estribos han sido reparados a lo largo de estos 99 años, frescos restaurados a un inmueble que no escapó a los cataclismos como el sismo de 1985. La capital mexicana, se le conoce como la ciudad de los palacios, y créanme que el de la SEP, es uno digno de nuestros más profundos asombros, al encender en nosotros el fuego de la esperanza.

Actualmente en esta obra de arte que es el edificio de la SEP, uno encuentra en los preclaros muros, la historia de la civilización a través de Montenegro, Felguérez, Rivera, Siqueiros y Asúnsolo. La Patrona de toda esta obra es la Minerva latina, que vigila y adorna sobre el frontispicio que creó justamente Asúnsolo.

En las esquinas de los muros de este palacio hay esculturas de ilustres latinoaméricanos, creadas por Asúnsolo, quien representó a Sor Juana, Amado Nervo, Justo Sierra y Rubén Darío estas fueron expuestas el día que se inauguró el edificio, el domingo 9 de julio de 1922.

Finalmente, no olvidemos al ingeniero Federico Méndez Rivas, un hombre de acción, quien sin tanteos ni ambages aceptó la obra; y en menos de un año -entre 1921 y 1922- transformó en un palacio para la educación los escombros de los inmuebles antiguos. 

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