Cepal: Educación, Pobreza y Covid / II

El nuevo informe hace hincapié en una nueva crisis educativa mundial

Igualdad, inclusión, calidad y relevancia son los temas esenciales en el futuro, de acuerdo al organismo.

CEPAL: educación, pobreza y covid/ I

El Informe de la CEPAL de este 2022 reestrena un término que se puso de moda, por medio de la Unesco, a fines de los años sesenta: “la crisis mundial de la educación”. Medio siglo después, y derivado de la Cumbre sobre la Transformación de la Educación de la ONU, efectuada dos meses atrás en Nueva York, la crisis de ahora se caracteriza por cuatro variables esenciales: igualdad, inclusión, calidad y relevancia. Quizá nada nuevo bajo el sol, pero para muchos países –incluido el nuestro y con algunas modificaciones en la nomenclatura– las cuatro continúan siendo causas perseguibles, como lo muestra la importante reforma al Artículo 3º Constitucional de hace dos años y medio. El Informe describe, detalla y explica todo esto.

Las palabras pueden ser iguales o parecidas, y muchas situaciones anómalas de las políticas educativas han pervivido o no han sido superadas, pero, aunque el Informe aluda a todo eso y lo documente, hace hincapié en las nuevas circunstancias que envuelven a esta nueva crisis mundial. Se trata de lo que trajo la pandemia en el mundo y en la región: la suspensión de clases, darse cuenta de la debilidad de infraestructura en comunicaciones, la pérdida de los aprendizajes en los educandos y la debilidad o inexistencia de programas para su recuperación. Todo esto originó la acuñación de dos términos: uno, para el fenómeno en su conjunto, y otro para el alumnado que ha sufrido efectos como los mencionados: la crisis educativa silenciosa y la generación perdida.

Empero, ahí no terminan las cosas. A ello se suman los fenómenos de pobreza y desigualdad con consecuencias manifestadas en la intensificación de la crisis y en el abandono escolar. Baste señalar la gravedad del fenómeno cuando advertimos que en México dicho abandono se había traducido, entre otros, en dos enormes repercusiones adversas: por un lado, el Sistema Educativo Nacional tuvo una matrícula total, en agosto de 2019, de 33.6 millones de alumnos, que en el mismo proceso del año siguiente se redujeron a 32.9; por otro, en agosto de 2020 la pandemia impidió o inhibió la incorporación de 5.2 millones de educandos, 2.3 millones debido al Covid y 2.9 millones por razones de orden económico en los hogares (Encuesta Ecovid-Ed, INEGI, 2022).

Como dramáticamente afirmó Yolanda Gayol en este espacio la semana pasada: la pérdida de dos años de escolaridad, para la mayoría de esas cohortes estudiantiles, “nunca podrá recuperarse”. Pocos países han diseñado e instrumentado programas para enfrentar esa realidad. De ahí la trascendencia de las palabras del Secretario General de la ONU, ya mencionadas aquí la semana pasada: “la crisis educativa hace necesario repensar el propósito y los contenidos en la educación en el siglo XXI”.

Un resumen de lo acontecido en el terreno educativo dentro de la región, relacionado con el término “pobreza de aprendizaje”, sería el siguiente (V. Osorio, “Alertan de alto costo de apagón educativo”, Reforma, 25 de noviembre): a) la proporción de estudiantes afectados con esa situación se ha incrementado del 52 por ciento en 2019 al 79 por ciento en el presente año; b) la situación anterior se refleja de modo muy concreto en que, por ejemplo, cuatro de cada cinco estudiantes del último año de la primaria “no serían capaces de entender e interpretar adecuadamente un texto de longitud moderada”; c) por su parte, los estudiantes de los primeros años, y particularmente los de condiciones socioeconómicas vulnerables, “se verán mucho más afectados . . . lo que sienta las bases para una mayor desigualdad estructural en el futuro”; d) las limitaciones para el aprendizaje tienen que ver también con “las desigualdades en el acceso a conectividad, equipamiento y habilidades digitales”.

Algunos datos específicos para México sobre lo anterior, contenidos en el Informe, son los siguientes:

Cierre de escuelas: sólo superado por Panamá, dentro de 33 países de la región, México clausuró sus centros escolares durante 43 semanas. Si a esto se le suman los cierres parciales, la cuenta sube a 81 semanas, una semana atrás para lo efectuado en Argentina y Guyana, con la salvedad relativa a que la clausura total en ambas se limitó a 22 y 33 semanas, respectivamente. Como referencia, el resto del mundo clausuró clases totalmente durante 20 semanas y parcialmente en 21, para un gran total de 41, la mitad de nuestro país.

Acceso a Internet: en una comparación de nueve países de la región, con estudiantes de 15 años y menores, el resultado en este rubro fue el siguiente: a) el 63 por ciento no tuvo acceso alguno (“sin navegación”); el 23 por ciento tuvo navegación limitada; c) el 20 por ciento restante se situó en los parámetros que el Informe denomina “navegación estrictamente enfocada y exploratoria activa”.

Acceso de Internet por Condición Socioeconómica: en la población escolar comprendida entre cinco y 20 años, por quintil de ingresos económicos, se muestra la clara desigualdad existente. Así, en el quintil más bajo sólo el 32 por ciento tuvo algún tipo de acceso, mientras que en el más alto, la proporción subió a 91.

Matemáticas y Nivel de Ingreso: los estudiantes pertenecientes a familias de bajos ingresos “presentan pérdidas de 32 por ciento en los puntajes de matemáticas, en comparación con el 25 por ciento de los estudiantes de ingresos más altos”.

Jóvenes, Estudios y Trabajo: la proporción de jóvenes (18-24 años) que no estudia ni trabaja se incrementó en tan sólo un año, de 2019 a 2020, de un 22 a un 29 por ciento.

Sin lugar a dudas, la pobreza ha sido un factor agravante de las condiciones educativas en la región. No es, ni mucho menos, una circunstancia nueva. Contradice los avances que se habían dado desde los primeros años del presente siglo hasta tiempos recientes. Si bien, como indica el Informe, “desde 2015 se observaba en la región un deterioro en los niveles de bienestar, un estancamiento en los avances educativos y una leve alza de la pobreza, la pandemia de Covid-19 generó una crisis social significativa que se ha prolongado por tercer año”. Así, en la región (ahora con 600 millones de habitantes), el índice de pobreza dio un salto a partir de 2019: de 30.4 por ciento a 32.8 en el año siguiente, para situarse en 32.1 por ciento en este 2022. A su vez, la pobreza extrema, en esas mismas fechas partió de 11.4 por ciento en 2019, se elevó a 13.1 en 2020 y esta última proporción permanece en 2022.

El gasto en educación es un factor esencial para enfrentar cualquier crítica educativa. Empero, en México las finanzas públicas no han contribuido de manera relevante, por lo menos desde 2017, para que la mejora continua del Sistema Educativo Nacional sea una realidad. Los instrumentos a escala nacional en esa línea (Presupuesto de Egresos de la Federación y los de la mayoría de las entidades federativas) sólo han servido, en el mejor de los casos, para contrarrestar los índices inflacionarios. La consecuencia, de acuerdo con el Informe, es que el país ocupa un lugar secundario en el concierto de las naciones de la región, no obstante ser el segundo más importante en términos del PIB. De ese modo, algunos datos relevantes son los siguientes:

De un conjunto de 20 países, el nuestro ocupa el sitio 15 en materia del gasto total gubernamental (el del gobierno federal y entidades federativas). Este alcanza un 3.7 del PIB frente a los tres primeros lugares en la región: Costa Rica (6.1), Belice (6) y Brasil (5.3).

Medido en dólares, ese gasto general per cápita (de cero a 24 años) sitúa a México dentro de 20 países en el décimo puesto, con una cantidad cercana a los mil dólares. Frente a esto, Uruguay, Costa Rica y Chile tienen un gasto similar, en torno a los 2,300 dólares.

El gasto por alumno y nivel educativo dentro de los sistemas nacionales de educación (en dólares y en veinte países) son los siguientes: en primaria, el gasto en México es de 1,200 dólares frente a la media de la región de 1,766, ocupando el lugar doce. Por lo que se refiere al nivel superior, y universitario, las cantidades por alumno son de 2,477 frente a una media de 2,008 dólares, ocupando México el quinto sitio en la región. Los tres primeros, Costa Rica, Chile y Brasil tienen un gasto de 4,400, 3,600 y 3,000 dólares respectivamente.

Conclusiones
A semejanza de lo que aquí se ha llamado “el reestreno” del término crisis mundial de la educación, la CEPAL se mantiene y persiste por medio siglo en el enorme valor que le atribuye a la educación. Así por ejemplo: a) se afirma que “la educación es clave para el desarrollo económico y social inclusivo de los países . . . (y constituye) uno de los medios más claros para promover un desarrollo con crecimiento económico e igualdad . . .”.

Tanto la “crisis educativa silenciosa” como la “generación perdida” son realidades que, aún en este momento, hay que atender. Todavía es tiempo para que los países de la región hagan el esfuerzo pedagógico y financiero para reducir los efectos devastadores que esto supone en las cohortes estudiantiles que han transitado por la pandemia en su fase más aguda. Todo esto podría realizarse en el marco de la propia cruzada lanzada en la Cumbre de Nueva York ya mencionada y, deseablemente, contando con los recursos financieros de organismos internacionales.

El cierre de escuelas fue una decisión difícil en cada país. En México se trató de una disyuntiva entre salud y escolaridad. Las realidades en materia de conexión y disponibilidad de tecnologías por parte de los alumnos, tal como ya se mencionó, fue un gran obstáculo, enorme para estudiantes pertenecientes a familias de bajos ingresos. El programa de la escuela por televisión (“Aprende en Casa”), lanzado por la SEP, sigue siendo un enigma en sus resultados. Sería muy importante contar con un diagnóstico o evaluación, y a partir de ahí, adoptar las decisiones correctivas correspondientes.

Sobre la firma
Ex secretario general ejecutivo de la Anuies | capafi2@ hotmail.com | Web

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