La vida de mi esposa y la mía no podrían ser más distintas. Son las 12 de la noche y ella se prepara para dormir porque tiene que estar a la 7:30 de la mañana a responder a los mercados. Yo me alisto para cerrar una edición y revisar el material que saldrá en televisión en unas horas. Su vida gira alrededor de los números. La mía, alrededor de las palabras. Y en ese momento, justo antes de decirnos buenas noches, nos abrazamos, buscando un consuelo que no encontraremos en el abrazo.
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