Entrevista con el director general interino del CentroGeo

Uno de los grandes retos que enfrentan los centros públicos de investigación en México es el creciente desinterés que se percibe, en los últimos años. La marcada disminución en las solicitudes de admisión a los programas que se ofertan, es evidente.
Así lo percibe Pablo López Ramírez, director general interino del Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial (CentroGeo).
En entrevista con Campus, plantea que estos centros donde se ofrece formación de posgrado no están captando la atención de los jóvenes. Comenta que, más allá de las cuestiones obvias, relacionadas con acceso a recursos, becas y las carencias educativas que arrastran los estudiantes al llegar a un posgrado, este es un asunto que ya genera inquietud entre la comunidad científica.
“Desde mi punto de vista, hay varios factores que confluyen en este problema, pero quizá dos de los más importantes son, por un lado, una especie de desencanto de los jóvenes a perseguir carreras académicas, dado que perciben un entorno muy desfavorable para su desarrollo”, señala.
Por otro lado, puntualiza, “una falta de comunicación desde nuestros posgrados que no están siendo capaces de transmitir lo que significa formar capacidades de investigación en un estudiante y el impacto que estas capacidades pueden tener en ámbitos diferentes al académico”.
En ese contexto, considera López Ramírez, quien es Licenciado en Física por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y doctor en Ciencias de Información Geoespacial por el CentroGeo, “en el primer sentido, es totalmente cierto que el entorno para el desarrollo de carreras académicas es poco favorable, no sólo en México sino en el mundo en general”.
Asimismo, dice, “en el segundo sentido, nos toca a los posgrados mejorar esta comunicación y destacar las ventajas de contar con una formación como investigador en el ámbito laboral, es decir, los posgrados de investigación forman estudiantes capaces de resolver problemas nuevos a partir de metodologías rigurosas y esta capacidad es fundamental en muchísimos ámbitos laborales”.
Un escenario favorable
Bajo esa premisa, plantea Pablo López Ramírez, quien ha formado parte de diversos equipos interdisciplinarios de desarrollo, trabajando en el diseño y elaboración de prototipos tecnológicos para diferentes proyectos de investigación y vinculación, la investigación científica ha sido uno de los principales “motores de desarrollo para las economías más avanzadas, especialmente a partir de la segunda guerra mundial.
“Desde el punto de vista económico, la vinculación entre ciencia básica, desarrollo tecnológico e innovación es fundamental para la competitividad de los países; la transformación de conocimiento científico en valor agregado para las cadenas productivas permite obtener ventajas competitivas que se pueden traducir en crecimiento económico y desarrollo”, explica.
Además, agrega el investigador, “el desarrollo científico va aparejado del desarrollo de talento que permea no sólo el ámbito científico sino también hacia los sectores de desarrollo tecnológico e innovación. Finalmente, es importante no perder de vista que la ciencia, como las artes, es una salida de la creatividad humana, por lo que también la ciencia es importante para aportar al crecimiento individual a través de la realización personal”.
Por ello, destaca López Ramírez, la ciencia tiene mucho que aportar en la resolución de los grandes problemas que nos aquejan como sociedad. Por un lado, porque es capaz de “abonar al desarrollo económico lo que, en principio, contribuye a mitigar estas grandes problemáticas sociales. Por otro lado, la ciencia puede abonar a una comprensión profunda de las problemáticas sociales y, desde esta comprensión, es capaz de aportar alternativas de solución”.
Ahora bien, detalla el director general interino del CentroGeo, las aportaciones para la solución de problemas “requieren de entornos de desarrollo científico ligados a las demandas sociales, es decir, investigación científica impulsada por consideraciones sobre el uso del conocimiento desarrollado. Esto no quiere decir que deba abandonarse la investigación básica, sino que debe ser complementada por investigación que, desde los contextos de aplicación, sea también capaz de contribuir al entendimiento básico de las problemáticas sociales”.
Aprovechar las condiciones
A final de cuentas, explica Pablo López Ramírez, quien se ha ha desempeñado como docente en las materias de Análisis Espacial, Sistemas de Información Geográfica y Geoinformática en los posgrados de CentroGeo, es importante considerar la situación actual de México, en el contexto de grandes cambios en el entorno geopolítico.
“La transición de una economía globalizada, a una basada más en fuertes lazos regionales, nos pone en una situación de privilegio. Fenómenos como el nearshoring, tienen el potencial de abonar al desarrollo industrial y tecnológico del país.
“Sin embargo, los mayores beneficios sólo se materializarán, en tanto que seamos capaces de, por un lado, generar el talento humano necesario para que México aporte al desarrollo tecnológico y, por otro lado, la reconfiguración geográfica de nuestro aparato productivo suceda en un contexto ordenado, que permita, desde lo local, construir las capacidades para aprovechar estos grandes cambios. En este sentido, la ciencia también tendrá que ser un motor importante para el impulso de esta transición y para la construcción de capacidades”, enfatiza.
En un escenario como el que plantea López Ramírez, la educación superior es una de las palancas del desarrollo, especialmente en el contexto geopolítico actual.
“Sin embargo, no es posible limitarse a la educación superior, también es importante reforzar la educación básica, que es la base de la formación profesional y, al mismo tiempo, encontrar alternativas novedosas que nos permitan capacitar al talento que ya está trabajando y contribuyendo al desarrollo.
“Sin perder de vista a la educación básica y superior, el país necesita formalizar esquemas de educación continua que permitan a la fuerza laboral adquirir, de forma rápida, pero con calidad, las habilidades necesarias para enfrentar nuevos retos y aprovechar estos grandes cambios globales”, puntualiza el investigador.
Alternativa viable
Al hablar de los factores que más influyen en la desigualdad educativa, el director general interino del Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial, apunta que se trata de entender este problema como una inequidad en el acceso a la educación, “está ligada a las demás inequidades sociales: no es posible entender la inequidad educativa sin abordar la inequidad social en general. Podemos pensar que las inequidades de acceso a servicios de salud, educación, alimentación y oportunidades laborales se retroalimentan generando cada vez mayor desigualdad social”.
Por ello, considera, un primer paso es “no suponer que la capacidad o el talento de los estudiantes está determinado por sus logros educativos al ingresar a la educación superior. La idea de exámenes estandarizados de ingreso, que parece estar sustentada en la meritocracia, en realidad es un elemento más de ese ciclo de retroalimentación de la desigualdad: los estudiantes provenientes de entornos marginados tuvieron un menor acceso a muchos de los elementos que determinan el logro educativo y, por lo mismo, parten de una posición de mucha desventaja.
“En este sentido, además de las soluciones más obvias, como el otorgamiento de becas de manutención, es importante considerar otro tipo de soluciones, como podrían ser cursos propedéuticos que buscaran nivelar el conocimiento de los estudiantes”.
Por ello, finaliza López Ramírez, no es posible atender la desigualdad educativa sin atender al resto de las inequidades sociales.
“Los programas de asistencia a través de transferencias económicas directas representan una buena alternativa para impedir la deserción escolar, sin embargo, deben ser complementados por programas de mejora integral de los entornos educativos, es decir, no solo de las escuelas, sino también del acceso a servicios como bibliotecas y ofertas culturales en general, esto resulta fundamental porque la educación no sólo sucede en la escuela, es resultado de todo un contexto social”, concluye.
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