Es imposible ser indiferente ante Jean-Luc Godard. No es un cineasta para todos (ciertamente no para mí), pero su legado en el mundo del cine, particularmente en el francés, es innegable. Richard Linklater se dio a la peculiar tarea de dirigir el caótico detrás de cámaras de su debut como director, la disruptiva À bout de souffle (Breathless), el producto de un cineasta egoísta, egocéntrico, pero siempre visionario.
Nueva Ola Francesa (Nouvelle Vague) es, pese a sus tres coguionistas, un ejercicio de creatividad. Intentando imitar el estilo libre e instintivo que caracterizó Breathless, Linklater es, al mismo tiempo, cuidadoso y preciso para retratar el histórico momento fílmico.
Godard (Guillaume Marbeck) es el más retrasado de los alumnos de Cahiers du cinéma, con The 400 Blows de François Truffaut y Le Beau Serge de Claude Chabrol frescos en la memoria de la crítica. Pero su reconocimiento como crítico le ha ganado tanto reconocimiento que ha convencido a George de Beauregard (Bruno Dreyfürst) de producir su ópera prima.
Es así que contrata al desconocido boxeador Jean-Paul Belmondo (Aubry Dullin) en el papel titular junto a la estrella de Hollywood Jean Seberg (Zoey Deutch) como su novia estadounidense.
Lo que sigue es un bellísimo caos lleno de inspiración, camaradería y descubrimiento. Godard escribe los guiones cuando tiene algo que contar y, aunque una nota de periódico sirve como guía, las palabras llegan a él esporádicamente, algo que irrita a más de uno, particularmente a Seberg y Beauregard.
Pero sus constantes citas a Sartre, Da Vinci y más, son gasolina en el alma de un crew reducido pero ambicioso.
Con Nueva Ola Francesa, Linklater aprovecha ese estilo observacional y casi contemplativo que le ha permitido dirigir clásicos que se han insertado en la memoria del cine contemporáneo. Es un homenaje encantador a un momento cumbre de la historia del cine y una película que se siente íntima y gigantesca a la vez.
Película obligada para todos los amantes del cine y para que los desconocedores y detractores de Godard (yo mismo en este último grupo) se reencuentren con un cineasta trascendental.

Salvador Medina
- Salvador Medina
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