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Un microsismo magnitud 4 con epicentro en la CDMX causaría una situación delicada: investigador de la UAM

Los microsismos que están ocurriendo en el subsuelo de la Ciudad de México (CDMX) se deben a fallas geológicas activas que están pasando a profundidas entre 1.5 y 3 kilómetros, y llegan a la superficie en menos de un segundo. Entre el 10 y 16 de mayo se han sentido 25 movimientos telúricos y 90 por ciento de éstos ha sucedido en la región de la Alcaldía de Magdalena Contreras, afirmó el doctor Delfino Hernández Láscares, académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

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Noventa por ciento de los ocurridos entre el 10 y el 16 de mayo se han sentido en Magdalena Contreras

Cuando la falla se mueve y provoca la fricción se percibe en menos de un segundo.

Los microsismos que están ocurriendo en el subsuelo de la Ciudad de México (CDMX) se deben a fallas geológicas activas que están pasando a profundidas entre 1.5 y 3 kilómetros, y llegan a la superficie en menos de un segundo. Entre el 10 y 16 de mayo se han sentido 25 movimientos telúricos y 90 por ciento de éstos ha sucedido en la región de la Alcaldía de Magdalena Contreras, afirmó el doctor Delfino Hernández Láscares, académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

El investigador explicó que cuando una fractura en la corteza terrestre se genera, las rocas se fragmentan de repente y de manera violenta liberando energía en forma de ondas sísmicas, que “se propagan hacia fuera en todas direcciones a partir del foco, que se encuentra a distintas profundidas de 1.5, dos y hasta tres kilómetros, según reporta el Servicio Sismológico Nacional.

“Las ondas viajan a distintas velocidades, algunas entre 8, 9 y diez kilómetros por segundo, de tal modo que cuando hay un microsismo debajo de una demarcación, prácticamente éste se refleja de inmediato en la superficie y dependiendo la magnitud se va percibir en otras alcaldias vecinas”, añadió.

La mayor parte de los estudiosos en Ciencias de la Tierra consideran que una falla particular es activa si se ha movido en los últimos diez mil años y es lo que está aconteciendo con estos movimientos en la metrópoli.

El suelo de la capital del país es muy variable y está compuesto sobre todo de rocas ígneas extrusivas (volcánicas), por lo que esta estructura geológica derivada del eje Neovolcánico es donde descansa la Cuenca de México.

“Sabemos con precisión que sí pudieran darse temblores de magnitud cuatro, lo cual podría ocasionar una situación muy delicada, tanto para los habitantes de la Ciudad de México, como a su infraestructura”.

Los sismos se han percibido en zonas de lomas, que son superficies rocosas, “pero si sucediera en áreas de lagos no sabríamos lo que podría pasar, porque no podemos ver las fracturas en la corteza terrestre del subsuelo”, planteó.

Para este tipo de fenómenos no hay alerta sísmica, pues las ondas viajan de nueve a 11 kilómetros por segundo “y si nos encontramos a dos kilómetros, cuando la falla se mueve y provoca la fricción en menos de un segundo ya se sintió en la superficie; esto es lo que está ocurriendo en nuestra metrópoli”, explicó el profesor de Departamento de Biología de la Unidad Iztapalapa.

El experto en geología, paleontología y protección civil, quien estudia estas disciplinas en cinco unidades habitacionales en la Alcaldía Coyoacán, expuso que los movimientos tectónicos podrían afectar los edificios antiguos.

“Con los georradares sólo podemos ver a diez, 15, 20 o 30 metros de profundidad”, de tal modo que es preciso recurrir a la información de la perforación de pozos profundos que hacen Comisión Nacional del Agua, Pemex y empresas mineras, entre otras. Para el profesor “los sacudimientos van a continuar y si bien se originan en alcaldías determinadas se expanden a otras regiones”.

Hernández Láscares reiteró su preocupación por un posible temblor con magnitud cuatro y recordó que en los límites del sur de California con México sobrevino uno similar por las grietas del subsuelo que causó muchos daños. Por lo que resulta imprescindible “ver la geología superficial y relacionarla con la del subsuelo, así como analizar la estratigrafía y los pozos perforados por el Sistema de Aguas de la capital con el fin de detectar las fracturas en la corteza terrestre y elaborar una cartografía”.

Algunas pueden observarse en la superficie, como es el caso de la Falla de Acambay en el poblado de Acambay, Estado de México, a tres horas de la capital, donde están aflorando de manera normales y causando los microsismos en el subsuelo de esta urbe.

La mayoría del terreno de la capital está encima de una estructura geológica volcánica extrusiva, en algunos suelos hay diez o 15 metros de arcillas, gravas y arenas y, en otros, pura roca, como en Ciudad Universitaria.

El especialista ha trabajado en excavaciones profundas –de entre 50 y 60 metros– como las Torres: Mayor, Reforma y Diana, entre otras, y éstas no contribuyen en los temblores, como tampoco perforaciones del Metro y otras similares ni tampoco tiene que ver la actividad del Popocatépetl.

Sin embargo, aquéllos con magnitudes de entre 2.5 a 3.5 muy cercanas a la superficie pueden romper tuberías de gas o reventar las de drenaje, o hacer daño a estructuras de inmuebles vulnerables por el tiempo y año de construcción.

La población debe consultar información al respecto en el Servicio Sismológico Nacional, el Centro Nacional de Prevención de Desastres, la Coordinación Nacional de Protección Civil, el Centro de Instrumentación y Registro Sísmico, la Secretaría de Gestión Integral del Riesgo de la Ciudad de México, las alcaldías de su demarcación UNAM, IMP, UAM, entre otras. Y no hacer caso de notificaciones de dudosa calidad, o algunas redes irresponsables, que lo único que hacen es confundir a la gente.

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