La evaluación educativa juega un papel crucial en la reducción de desigualdades. Proporciona datos objetivos sobre el conocimiento y las habilidades de los estudiantes, lo que posibilita identificar sus áreas de mejora y fortalecer los procesos formativos, así como buscar estrategias para disminuir las brechas en el aprendizaje. Además, permite a las instituciones educativas identificar debilidades en sus programas y planes de estudio, y adaptar sus métodos de enseñanza para garantizar que todos los estudiantes, independientemente de su origen socioeconómico o geográfico, puedan alcanzar su máximo potencial.
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