Literacidad: una oportunidad para la Generación Perdida

La generación perdida es una etiqueta asignada a las cohortes de estudiantes que vivieron la fase más aguda de la epidemia de covid-19, la cual se prolongó desde el segundo cuarto de 2020 a los primeros meses de 2022. Las organizaciones internacionales y los especialistas en educación han publicado sendos estudios que aspiran demostrar que, la suspensión de clases, acompañada de la inexistencia o debilidad de la infraestructura de telecomunicaciones en vastas regiones suburbanas y remotas (particularmente las más pobres), causaron una pérdida de por lo menos dos años de escolaridad, los cuales “nunca podrán recuperarse”. Ello tendrá un impacto en la innovación, la productividad, y un decremento en los ingresos de esas generaciones. (Banco Mundial, 2020). Aquí nos proponemos plantear que resulta insuficiente orientar los esfuerzos para ‘mitigar’ las llamadas pérdidas de aprendizaje, al simplemente reinstaurar la educación convencional.

La educación actual forma ciudadanos dóciles, educados como espectadores ante la autoridad y el saber del docente, que posteriormente se transfiere a su comportamiento profesional. En nuestro país, numerosos currículos se organizan mediante contenidos, altamente estructurados y secuenciados, con escaso diálogo y poca autonomía al estudiante. Aun así, la oportunidad de innovar la educación continúa abierta. Sería deseable que la gestión y los recursos destinados a la educación concedieran una mayor importancia las necesidades reales de formación en el siglo XXI, al abrir la oportunidad de dar ‘voz’ a las nuevas generaciones y formando líderes que atiendan los problemas que afectan su realidad inmediata.

La posibilidad de innovación educativa se abrió el 15 de mayo de 2019 cuando la literacidad pasó a formar parte del mandato constitucional, al reformarse el Artículo 3º. En esta entrega nos referimos concretamente a la literacidad crítica multimodal, que propone formar en la excelencia a cualquier estudiante. Ese modelo exitoso está obteniendo resultados extraordinarios en la División de Educación de la Universidad de Pensilvania. Ahí, las hijas e hijos de migrantes indocumentados están ganando acceso a las escuelas de élite en los Estados Unidos y haciendo investigación a edades muy tempranas(1). En Canadá, Australia, Brasil, Noruega y otros países europeos, también se están obteniendo buenos resultados. Vale la pena entonces, explorar tales principios pedagógicos.

La literacidad crítica multimodal propone que la educación no debe constreñirse únicamente a la formación de contenidos disciplinarios. Por el contrario, se requiere abrir los espacios educativos para que sean las y los estudiantes quienes determinen el tipo de involucramiento que los motivaría a atender los problemas económicos, sociales y ambientales de sus comunidades, y de este modo, ser partícipes en su solución.

La palabra multimodalidad es un concepto acuñado por Gunter Kress(2) y se refiere al análisis meticuloso del conjunto de componentes que articulan diversos tipos de lenguaje o “modos” (linguísticos, visuales, auditivos, gestuales, espaciales y objetuales) que presentan mensajes coherentes, persuasivos y con visos de legitimidad. La educación a través de la literacidad multimodal transdisciplinar, posibilita el desciframiento de la intención de las y los autores de los mensajes así ensamblados y evidencian los valores y juicios implicados en sus discursos. Como ha explicado Paul Gee, a través de la literacidad, se aprende no sólo a leer las líneas, sino a leer entre líneas y leer tras las líneas.

Esta forma de educar se antoja imprescindible en una sociedad que vigila continuamente cada palabra, gesto y acción humana, a través de las redes digitales En una sociedad que promueve el consumo irracional, distrae a las nuevas generaciones mediante videojuegos y demás actividades frívolas y genera distanciamiento de las relaciones con la naturaleza y con las personas concretas. Sería deseable instaurar la literacidad multimodal con visos a disminuir el ‘tiempo pantalla’ y aumentar la conciencia del valor del ‘tiempo persona’ y el ‘tiempo planeta’. Se formaría así a las nuevas generaciones, no sólo como especialistas, sino como participantes activos de los destinos humanos y el cuidado de la vida planetaria. En México ya existe un Instituto Transdisciplinar de Literacidad, en la Universidad de Guadalajara.

Referencias
1. Campano, G.; Ghiso M.; & Welch, B. (2016). Partnering with immigrant communities. Action through literacy. NY: Teachers College Press.
2. Kress, G. (2010). Multimodality. London: Routledge.