Citlalmina, el espíritu del pueblo mexicano

Citlalmina era la prometida de Tlacaélel

Ícono de la mujer prehispánica, poseedora de una radiante belleza, inteligente y valiente, es una figura que vale la pena recordar en este mes patrio

México en su esplendor y grandeza refleja una complejidad idéntica a su tiempo. Entorno a estas fechas, festejamos la noción de Patria que hemos aprendido y construido a lo largo de los siglos. Este día trazaremos breves líneas sobre una arista de la belleza mexicana, me refiero al personaje de Citlalmina, o el espíritu del pueblo mexicano, pero antes un breve recuento de los temas patrios que hemos abordado.

En esta efeméride recordamos el inicio de la gesta heroica emprendida por Hidalgo, Morelos, Guerrero y una pléyade de mujeres y hombres con una convicción inquebrantable: mejorar las condiciones sociales de un pueblo explotado y oprimido.

Esta lucha duró más de una década, de hecho, la Corona española reconoció nuestra emancipación hasta 1836, para ello, nuestra naciente patria tuvo que emprender a pasos acelerados la configuración de una Marina que, en sus inicios, era incapaz de pescar una sardina. Por ello se dice que la Independencia se consolidó en la mar, luego de que patriotas mexicanos expulsaran al último reducto de resistencia atrincherado en la fortaleza de San Juan de Ulúa.

Pero este año es de conmemoraciones. En junio recordamos el centenario luctuoso de nuestro poeta autor de “La suave patria”, meses antes, los 200 años de un documento clave para nuestra Independencia: “El plan de iguala”. En agosto se cumplieron a cabalidad los cinco siglos de la larga noche de los 500 años; es decir, la caída del imperio mexica y su ciudad Tenochtitlán.

De todo lo anterior hemos dado cuenta en este espacio. También -y esto nos acerca a nuestro personaje de hoy- hemos reseñado la novela Tlacaélel, de donde rescatamos   el significado de la palabra conjuro: México; la cual, además de la traducción literal (ombligo de la luna) representa, según el historiador Antonio Velasco, “el ideal de alcanzar la unidad y la superación de la humanidad, mediante la integración de una sola y armónica sociedad en la cual quedasen superadas las contradicciones que separan a los diferentes grupos humanos”.

¿Cómo alcanzar este ideal? Flechando las estrellas. Citlalmina -flechadora de estrellas- era la prometida de Tlacaélel hasta que éste se convirtió en el sumo sacerdote de la hermandad blanca, portador del Emblema Sagrado de Quetzalcóatl, quien al asumir este cargo al mismo tiempo quedo impedido de contraer matrimonio. 

Citlalmina representa el ícono de la mujer prehispánica, poseedora de una radiante belleza, inteligente y valiente, fue ella quien inició la rebelión juvenil contra el yugo de los tepanecas para inaugurar la lucha libertaria del pueblo azteca. Una vez libres y consolidados, sin cargo alguno, pero con el reconocimiento de su pueblo como líder de la comunidad, Citlalmina defendió a los artistas de la época, fundó escuelas, asistió a viudas de guerreros caídos, fue madre adoptiva de un niño que se convirtió en caballero Águila, atajó un golpe de Estado contra Axcayacatl, en suma, fue luz para su pueblo.

De acuerdo con el investigador Antonio Velasco, Citlalmina resultó determinante para alcanzar el triunfo en la lucha de liberación, como para llevar a cabo la tarea de cimentación y construcción del Imperio mexica. Pero todavía más, este personaje quedó arraigado en el inconsciente colectivo de nuestro país, pues representa a la sociedad que, ante cataclismos y hecatombes, presta se despliega en acción solidaria. 

Citlalmina -como también se ha escrito de Simón Bolívar- “era uno de esos raros ejemplares en los que la naturaleza parece volcar al mismo tiempo todas las cualidades que puede poseer un ser humano, haciéndolo excepcional”.

Sobre su relación con Tlacaélel se cuenta que “la profunda y permanente comunión espiritual en que vivían, producía en todos la enigmática sensación de que trataban con un solo ser, que por algún incomprensible motivo había nacido dividido en dos cuerpos”.

Para comprender mejor la valía de este personaje que hoy rescatamos, recordemos. Cuando los tepanecas mataron a Chimalpopoca -tlatoani mexica- la clase gobernante, como los comerciantes privilegiados quedaron estupefactos, atónitos, técnicamente paralizados, pero no así Citlalmina, quien organizó a las mujeres y a la juventud en general para hacer frente al agravio.

“Las mujeres sabremos defender a nuestros dioses, a nuestras casas y a nuestros cultivos, tomemos las armas de las manos de aquellos que no han sabido utilizarlas y vayamos a organizar de inmediato la defensa de la ciudad”, así habló Citlalmina.

De esta forma, mujeres, niños y ancianos, trabajaban sin descanso elaborando implementos guerreros y llevando a cabo las faenas agrícolas y de pesca. Siglos después se puede entender que, ante los inesperados cataclismos como los huracanes y terremotos que hemos vivido en el México contemporáneo, los gobernantes -de botepronto- se queden paralizados; no así nuestro pueblo quien ha sabido (de forma inconsciente) recoger el espíritu de Citlalmina que es el espíritu del pueblo mexicano. Tlazocamati, Citlalmina.

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