Ley general de ciencia: nominación anunciada

Incluir la palabra humanidades en el nombre del consejo no es suficiente si no existen los instrumentos y los programas necesarios

Otros países han optado por instaurar normativas paralelas para las humanidades.

El nombre mismo de la nueva ley general ha generado polémica. La norma lleva por título: “Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación” (LGMHCTI). Algunos opinan que añadirle la palabra humanidades es un logro indiscutible, otros piensan que es un error y otros más dicen que es irrelevante si la incluye o no. Así que vale la pena iniciar su examen desde las primeras letras.

Un paréntesis. La ley ya entró en vigor al publicarse el lunes de esta semana en el Diario Oficial de la Federación (08.05.2023). No obstante, por las irregularidades cometidas en su proceso legislativo, podría ser impugnada y suspendida de forma temporal. Aunque, como lo hemos dicho en este mismo lugar, será cosa de tiempo la aplicación de la nueva ley.

Lo primero, como dijimos, es el nombre y la cuenta oficial de twitter del Conacyt ya hizo el cambio. Le agregó una “h” al organismo rector de la política científica y tecnológica y ahora en la red social se denomina Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías: @Conahcyt. Obviamente siguiendo lo que ahora dice la norma.

¿Por qué el decreto la denomina LGMHCTI y no de otra forma? En junio de 2018, antes de las elecciones federales y en el marco del último debate, el entonces candidato López Obrador, anunció que en caso de ganar nombraría a María Elena Alvarez Buyla como directora del Conacyt. Y ese mismo mes la doctora Álvarez dio a conocer el documento: “El plan de reestructuración estratégica del Conacyt para adecuarse al Proyecto de Alternativo de Nación (2018-2014) presentado por Morena”, firmado por ella misma.

El documento es importante porque fue la referencia para juzgar qué cabía esperar. Ahí también comenzaron las críticas al plan. Fueron múltiples los señalamientos, pero la visión sobre las humanidades y las ciencias sociales como disciplinas auxiliares recibió la mayor respuesta y no era para menos. Por ejemplo, indicaba: “la contribución de las ciencias sociales y las humanidades será proveer fuentes de reflexión, interrogación y diálogo crítico desde el punto de vista ético, estético y epistémico ante el desarrollo de las ciencias básicas y las tecnologías” (pág. 5).

La crítica fue creciendo en el periodo de transición y en la víspera del inicio del periodo de gobierno, un grupo de filósofos, historiadores y sociólogos se inconformaron públicamente con la asignación de un papel secundario para su área de conocimiento.

Entonces, la virtual directora del Conacyt salió a precisar el carácter preliminar de su plan de reestructuración y ofrecer que la palabra humanidades aparecería en el nombre del Consejo Nacional. Una vez iniciado el periodo de gobierno, en su primera conferencia de prensa, cuando dio a conocer las primeras acciones que pondría en marcha, anunció el envío de la propuesta legal para denominarlo Conahcyt (05.02.2019).

En el Congreso no se registró ninguna propuesta. Sin embargo, a las pocas semanas la senadora Morenista Ana Lilia Rivera, antes de que se aprobara la reforma al 3ro constitucional, presentó una iniciativa de ley federal que ya incluía el cambio de nombre del Consejo y de toda la ley. El proyecto de ley nunca se reconoció oficialmente.

Después, en mayo de 2019, vino la reforma del artículo 3ro constitucional y su mandato de expedir una Ley General de Ciencia, Tecnología e Innovación. Sí, con ese nombre, sin incluir a las humanidades. No obstante, desde entonces, los proyectos de ley reconocidos oficialmente, las filtraciones y lo que se aprobó, en todos, se incluyó la palabra humanidades.

¿Tiene sentido incluir la palabra humanidades? Sin duda es un reconocimiento a la importancia que tienen como área de conocimiento, pero no es suficiente su inclusión nominal. Por una parte, vale la pena recordar que añadir el término “innovación” en el 2009 en todo el cuerpo de la ley, no hizo al sistema más innovador ni produjo los resultados deseados. Simplemente porque no es suficiente incluir un término, hacen falta los instrumentos y los programas.

Por otra parte, ninguna ley en la materia, en la región de América Latina y tal vez ninguna en el mundo, incluye en su título la palabra humanidades. No quiere decir que se subestimen o no se reconozcan las disciplinas, lo que ocurre es que la mayoría de naciones han optado por instaurar legislaciones o instrumentos paralelos.

Porque los resultados en esas áreas de conocimiento tienen una temporalidad diferente, un estatuto distinto, formas de evaluación y códigos disciplinarios propios. Por ejemplo, Estados Unidos desde hace más de medio siglo promulgó su National Foundation on the Arts and the Humanities Act que llevó a la insturación de unadiario oficial fundación de apoyo y el correlato en México fue el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes al final de los años ochenta con el mismo propósito.

Entonces, en efecto, puede apaciguar los ánimos incluir el término humanidades en una ley, pero no es suficiente y no queda resuelta la organización ni la orientación del sistema, tampoco cómo conciliar disciplinas ni los instrumentos. Allá iremos en las próximas entregas.

Pie de página: No fue una revelación la participación de la directora del Conahcyt el 3 de mayo en la conferencia de prensa del presidente López Obrador, pero la desproporción sí fue mayor.

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