Desde la época de Orozco hasta Cauduro, el arte nacional deja en las paredes denuncias a la corrupción y al abuso
El próximo sábado 5 de febrero se cumplirán 105 años de la promulgación de nuestra Carta Magna, la cual, plantea la igualdad de derechos entre todas y todos los mexicanos, lamentablemente la justicia -individual y colectiva- como su reverso, la impunidad se ha ido convirtiendo en un bien comercial apta para las carteras generosas; expresiones artísticas como el muralismo así lo han denunciado.
Es cierto que existe el arte por el gozo estético y arte de denuncia, sin duda, el muralismo se ciñe a este último. Así, la tarde del pasado martes primero de febrero, en las instalaciones sede de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), se dieron cita diversas autoridades para conmemorar los 100 años del muralismo mexicano.
También es cierto, en estricto sentido, el muralismo en nuestro país tiene mucho más de cien años, para ello nada más hay que revisar los murales de Cacaxtla, los murales que legaron los frailes en la Colonia, como los que perduran en Malinalco, siempre con afanes educativos y didácticos, pero en el sentido moderno del término, cuando decimos muralismo pensamos en Rivera, Orozco, Montenegro, Camarena, Siqueiros y en la impronta trágica que plasmó Cauduro en la SCJN.
En el evento del pasado martes, el anfitrión fue el Ministro Presidente de la SCJN, Arturo Zaldívar, quien de entrada reconoció como en el mosaico de riqueza cultural tan impresionante que es México, “el muralismo ocupa un lugar privilegiado”. En el presídium lo acompañaron, la esposa del presidente, Beatriz Gutiérrez Mueller, la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum y la secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez Álvarez, por citar algunos.
Ante distinguidas personalidades, el ministro Zaldívar no hizo una exégesis estética del arte mural, sino un convite emocional al impacto político y social de las denuncias que aún hoy, como libro vivo proclama el muralismo, así como el sentimiento de unidad que se manifiesta entre las y los mexicanos a través de esta corriente cultural y artística.
El muralismo, dijo el ministro Zaldívar, “por un lado nos recuerda las gestas heroicas que han sido necesarias para que seamos el país que hoy somos. Nos recuerda y denuncia la injusticia social, la desigualdad, el abuso, la explotación de los más pobres, pero al mismo tiempo… nos hace soñar en un futuro mejor”.
Agregó: “una de las similitudes a pesar de la diferencia en el tiempo entre Orozco y Cauduro es la denuncia a la injusticia, a la corrupción, al abuso, a la tortura. A que las y los jueces, los ministerios públicos quienes tenemos la obligación de cuidar la justicia para las y los mexicanos, no hemos hecho lo que nos toca hacer y hemos dejado pasar o lo que es peor -como se denuncia en una de las paredes- hemos sido parte de la corrupción y de la vergüenza”.
Para todas y todos aquellos que hemos tenido que padecer los abusos y negligencias de un sistema de justicia amodorrado en la corrupción, el discurso de ministro Zaldívar es más que sensato y oportuno, es luz en la penumbra de lo impune. Pero aún dijo más:
“Estos murales si nos los tomamos en serio son una denuncia todos los días. Cuando las y los ministros llegamos a nuestras oficinas y abrimos el elevador lo primero que vemos es el mural de Cauduro, la violación de derechos, la tortura, el secuestro, la represión, todo aquello que no queremos que siga siendo nuestro país”.
“Es muy significativo que estos murales tan duros, de crítica a la justicia estén en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. No conozco otro caso donde en un tribunal constitucional haya en el arte una denuncia tan dura, tan dramática, tan fuerte. Nuestros murales de la Corte, gritan, claman por justicia, gritan y claman porque sigamos avanzando hacia un país mejor, donde el dinero y la clase social no definan la justicia”.
Ojalá y algún día así sea. Nuestra modernidad se ha empeñado en decirnos “así es México” un lugar donde todos somos iguales, pero como en la fábula de Orwell, unos somos “más iguales que otros” y el cáncer social del crimen organizado se ha expandido no sólo en todo el territorio sino en todos los extractos sociales y en todas las instituciones públicas como privadas.
En fin, de cara al aniversario de nuestra Constitución, este evento por el centenario del muralismo mexicano, nos recuerda nuestras luchas sociales, el duelo y la tragedia de la desigualdad y la injusticia, pero sin duda somos una amplia mayoría los que queremos un México que no se venda, un México mejor.

Héctor Martínez Rojas
- Héctor Martínez Rojas
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