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“En la UABC gobierna la intolerancia”: Daniel Solorio

El jurista y profesor universitario establece que en la institución priva una disciplina que inhibe la libertad y la crítica y forma individuos pasivos y disciplinados; en esa dinámica se inserta su despido injustificado de la universidad, atribuido al ex rector Alejandro Mungaray.

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Me resisto a decirlo, pero hay señales evidentes de que en la Universidad Autónoma de Baja California, UABC, se ha instalado un cacicazgo en la persona del ex rector de la institución Alejandro Mungaray”, afirmó el profesor Daniel Solorio Ramírez, a quien, además, responsabiliza de ser el autor real de su despido como profesor de la Facultad de Derecho de esa casa de estudios.

Sereno, ecuánime, el jurista, analista y profesor universitario, admite, sin embargo, que lo más grave de todo lo que pasa hoy en esa casa de estudios del norte del país, es el lamentable clima de intolerancia y de férrea disciplina escolar que mantiene a los estudiantes atemorizados y sometidos a una rígida disciplina que inhibe las libertades y la crítica.

La situación de fondo en la UABC es el interés por tener una universidad digna, al servicio de los intereses del pueblo de Baja California, y no una universidad que responda al servicio de un pequeño grupo que se ha venido apoderando de los mandos en perjuicio de los intereses de la mayoría, estipula el académico.

“Esto no es solamente una cuestión de gobierno universitario sino de qué se educa, cómo se educa y con qué propósito”, asegura.

Los que están detrás de Mungararay, el grupo que domina a la UABC, en realidad son intereses más fuertes que lo que él personalmente representa. Él está siendo utilizado. La UABC es una casa de estudios muy importante, con más de 50 mil personas, con un presupuesto de más de 3 mil millones de pesos, lo cual habla del interés que pudiera haber para su control, explica.

Pero lo más grave es que en el modelo educativo que se impuso prevalece esa manera de educar, tendiente a formar individuos pasivos, disciplinados, acríticos y resignados, para ser toda la vida empleados de los intereses dominantes.

“Acabar con la iniciativa y la libertad de los estudiantes para convertirlos en un ejército de peones obedientes, es una conducta totalmente reprochable. Eso es lo que agravia a los intereses de la sociedad bajacaliforniana”, asegura el jurista.

La mentira de las acreditaciones

El líder universitario señaló que es una realidad que el gobierno de la UABC desde el rectorado de Mungaray ha dedicado cuantiosos recursos a una intensa y costosa campaña para dar a conocer los “Isos y acreditaciones” que hay que tener. “Se han puesto banderolas en las instalaciones que dicen “acreditado”, “acreditado” y en las paredes de las oficinas cuelgan diplomas, todo a cambio, por supuesto, de jugosas cantidades de dinero y los diarios están llenos de esa propaganda con los letreros de triunfalismo que dicen que la UABC es una universidad de primer mundo, y se llegó a decir que la UABC era la mejor universidad del país”, señala.

Y lo que se presume es que esto se ha logrado gracias a la disciplina que ha impuesto Alejandro Mungaray, cuando en realidad se trata de una campaña costosa en la que se está sacrificando en absoluto la creatividad y libertad de profesores y estudiantes.

 “Aquí con Mungaray se impuso el criterio del sistema de competencias para convertir a la UABC en un centro de oficios varios al servicio de los empresarios, a quienes se les convocó para saber que tipo de profesional requerían, o sea para que la universidad se hiciera cargo de formar a los profesionales que necesitan los empleadores, como se les llamó”, recrea en la conversación el profesor Solorio.

Es lamentable porque la UABC debe ser una institución en y para educar en la libertad y no para crear un ejército de empleados, explica. 

Asistes o repruebas

En la UABC, crítica Solorio, la vida del estudiante se lleva a cabo en medio de una disciplina rigurosa, de profesores que tienen la consigna como un acto de religiosidad de pasar lista de asistencia, y que tienen la orden estricta de que a todo aquel que no cumpla con la norma de asistir,  negarle los derechos a examen. Se pueden ver largas filas de estudiantes pidiendo justificaciones  porque no pudieron asistir y necesitan la constancia que sólo puede dar el subdirector, señala.

Se trata de una suerte de control político de los estudiantes a través de una disciplina que amenaza todo derecho a examen, y luego a causar baja sino transitan por los senderos que la universidad ha venido imponiendo.

Esto ha dado lugar a un modelo de estudiante pasivo, temeroso y que lo que quiere es salir lo más pronto posible con un título en la mano, sin que le importe realmente el conocimiento real, crítico, expone Solorio.

Una rescisión anunciada

De todo eso ha venido escribiendo y hablando, confiesa, al reconocer que en el pasado sus opiniones públicas en los medios incomodaban a las autoridades pero “nunca habíamos llegado a un clima intolerancia como el que hoy se manifiesta”

“Quienes gobiernan no soportan la crítica, porque la crisis de gobierno se ha venido agudizando y cada vez más les molesta que se ventilen públicamente hechos notorios como la manera en que electa el actual rector”, expresó en entrevista para Campus vía telefónica.

“El nombramiento del actual rector fue de manera verdaderamente abrupta, controlada por Alejandro Mungaray, quien como funcionario de gobierno y miembro de la Junta de Gobierno de la UABC en abierta violación a la autonomía universitaria, desde esos cargos incompatibles dirigió y presionó, dividió, hizo expulsar a uno de los miembros y lo sustituyó con un incondicional para,  finalmente, doblegar a la Junta de Gobierno y hacer rector a Cuamea”, reseñó.

La familia Mungaray

La crítica de Solorio a esta situación hizo perder la paciencia de Cuamea. La semana anterior la Comisión Mixta de Conciliación y Resolución integrada por profesores y autoridades, resolvió por unanimidad despedir a Solorio Ramírez en 36 horas cuando por ley le conceden 10 días para hacerlo.

Les quemaba la vergüenza y no recibieron pruebas ni abrieron investigación de los hechos.

Se trata de una mentira longa y oronda aseverar que faltó diez días, y por ello su negativa a analizar estos argumentos insostenibles, manifiesta Solorio. Entre los representantes de la Comisión hubo algunos amigos de Solorioquienes le pidieron e se jubilara con una suma cuantiosa, que se fuera “forrado” de centavos”. Dos de los tres profesores que integraron la comisión nombrada por rectoría son empleados de la oficina de Recursos Humanos que le rescindió la relación laboral y, por tanto, son subordinados del rector. Y el colmo, Cuamea nombró miembro de la comisión a quien es Coordinador de Recursos Humanos en la unidad de Ensenada, un cuñado de Alejandro Mungaray.

Es decir, afirma Solorio, pareciera que la comisión la hubiera nombrado él mismo Mungaray, lo cual no habla de la independencia de Cuamea.

A Solorio le decepciona la falta de miras y de dignidad de sus colegas para enfrentar una situación como esta y apegarse a derecho. “Es penoso, asegura,  que un grupo de seis profesores universitarios se subordinen  de esa manera a una decisión tomada desde el gobierno del Estado, desde la oficina de Alejandro Mungaray, secretario de Economía”, asegura Solorio”.

Solorio tiene claro que su despido de la Universidad es un mensaje político; contra él y contra disidentes como él.

Sabe que no está solo en su lucha. Esa admirablemente optimista. Académicos y amigos de Ensenada, Mexicali, Tecate, Tijuana lo respaldan. Son ellos los que como él han asumido una actitud crítica y saben que hay una crisis de pasividad que afecta a la mayoría de los cinco mil profesores de la Universidad.

“Mi perspectiva, apunta, es que en la medida en que se haga más evidente la represión contra los académicos en la UABC, crecerán las reacciones de los mismos académicos”.

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