Segundas partes nunca fueron buenas, es algo que jamás podrá decirse de El Teléfono Negro 2 (Black Phone 2), una atrevida y notable secuela que toma los elementos de la historia original y los lleva hacia lugares inesperados.
Para ello, el director Scott Derrickson no sólo dio un salto narrativo, sino estilístico. De la mano del experimentado guionista C. Robert Cargill, su coescritor en la película original, nos colocan unos años después de los acontecimientos que llevaron a Finn (Mason Thames), uno de sus secuestrados, a acabar con la vida del Raptor (Ethan Hawke).
Pero ahora, con 17 años, mucho ha cambiado en casa. Finn ha tomado un papel como rebelde, atacando a cualquiera que se refiera a él como el chico que acabó con El Raptor. Y, para intentar olvidar su cautiverio, ha recurrido a la marihuana. Pero al menos su padre no es el dictador de antes, intentando, al menos, conectar un poco con él.
Ahora, cuando todo parece retomar algo de tranquilidad, su hermana Gwen (Madeleine McGraw) comienza a tener visiones: las mismas que llevaron a su madre a quitarse la vida. Y parecen apuntar a lo mismo: el misterioso caso de niños que nunca fueron encontrados.
Pronto, las visiones comienzan a escalar en intensidad y claridad: tres niños que fueron acabados por una figura misteriosa en un lago. ¿Y la persona del otro lado de la línea del teléfono? Esta vez es la madre de Gwen y Finn, dejando pistas desde otro tiempo. Y otro espacio.
Las pistas apuntan a un aislado campamento cristiano dirigido por Mando (Demián Bichir), un exconvicto que compró el lugar hace tiempo. Con la ayuda de Ernesto (Miguel Mora), los hermanos se aventuran a descubrir la verdad arriesgando su vida.
Cambio sorpresivo
Para El Teléfono Negro 2, Derrickson y compañía se atreven a salir de los convencionalismos de las secuelas y arriesgarse completamente. Y funciona. Nos entregan una película donde quizás hay menos en juego, pero que revela mucho más de nuestros personajes y el mundo que habitan. El teléfono sigue sonando y Finn se rehúsa a escuchar lo que hay del otro lado. Hasta que es imposible evitarlo.
La secuela no sólo cambia de protagonista sino que, al llevarnos al origen, se atreve a reinventar el mito del Raptor con un conocido pero refrescante giro que trae al espectador al medio del conflicto y el drama. Y sí, aunque se trata de una película esencialmente de terror, hay mucha catarsis y drama (en ocasiones demasiado) pero que, de nuevo, nos hace conectar con nuestros protagonistas.
Cada secuencia de las visiones que plagan a Gwen está ejecutada con gran maestría, utilizando el recurso de un filme de 16 mm con todo y grano, pero muestra una estética que refresca la secuela. Se trata de uno de tantos recursos que hacen de El Teléfono Negro 2 una digna y sorprendente sucesora.
Los espectadores encontrarán guiños de otras películas del género, particularmente de los 80, con un Raptor reinventado para poder existir en una secuela. Y es que la presencia de Hawke, y el éxito de la original, se apuntaban como un salto lógico para el estudio. Aquí, con más presupuesto y una apuesta mayor, Derrickson hace uso de esos recursos materiales para ponerlos al servicio de una historia que funciona de principio a fin, con grandes momentos de violencia,pero sin olvidar el corazón de lo que está contando.
Ojalá que su seguro éxito no les lleve a crear más secuelas y arruinar lo que se ha convertido en un clásico del género.

Salvador Medina
- Salvador Medina
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