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¡Otra vez el narcocorrido como causa y no como efecto!

Los necios que buscan prohibir este género siguen ignorando el verdadero problema a resolver

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Sin violencia en el país, estas canciones serían inocuas.

Sorprende que hasta personas ilustradas no sepan distinguir entre la realidad y su representación. Creen que, si la representación se suprime, la realidad desaparece, ¡cuando es exactamente al revés! Las autoridades estatales y municipales siguen empecinadas en prohibir los corridos, en sus manifestaciones contemporáneas, en tanto que el gobierno federal (con el apoyo de los estatales), cree que se puede modificar un género musical ¡sin cambiar la realidad! No entienden que no entienden: en lugar de narcocorridos proponen canciones bucólicas e idílicas, en medio de una realidad cada vez más criminal y violenta.

El 25 de noviembre de 2024, en su conferencia matutina, la presidenta Claudia Sheinbaum, al referirse a las intenciones y efectos de los narcocorridos (que ella, en general, llama “tumbados”, aunque no lo sean) anunció un combate moral: “uno de los planteamientos que tenemos es poder hacer un concurso de bandas, de corridos, que tengan otro contenido en las letras, exaltando otros comportamientos, otras visiones culturales. Prohibir no es una opción […], se trata de promover otra visión. […] Uno de los planteamientos que tenemos para el próximo año, que puede ayudar mucho a todo el país, es promover la música mexicana, pero con otras letras, con otra realidad”. (Cursivas mías.) Para entonces, los narcocorridos ya se habían prohibido en Baja California, Chihuahua, Quintana Roo y Sinaloa. La presidenta volvió a tocar el tema en su conferencia del 7 de febrero de 2025, pues, dos días antes, el gobernador de Nayarit ordenó “prohibir la interpretación, en eventos públicos, de los narcocorridos, corridos tumbados, corridos progresivos, corridos bélicos, corridos alterados o cualquier otro género musical que promueva la apología del delito y la violencia”.

Reiteró la presidenta: “No estoy de acuerdo en prohibir. Estoy de acuerdo en la concientización, en la educación, en abrir nuevas formas de corridos tumbados que no tengan nada que ver con enaltecer la violencia, las drogas o la discriminación a las mujeres. […] En Durango vamos a hacer un festival de música mexicana, entre ellos el corrido tumbado (sic), pero con otras letras, pues que reivindiquemos pues otras cosas distintas (sic): el amor, la paz, la felicidad, el desamor, todo lo que queremos de la música mexicana, pero que no sea el enaltecimiento de la violencia”.

Esto no es nuevo, el 23 de junio de 2023, en su conferencia mañanera, López Obrador pontificó: “Esos tipos de corridos con esas letras, no es nada de música buena. […] Les voy a presentar una selección de unas diez rolas buenas buenas buenas. (Y si lo dicta y enfatiza así el presidente, su gusto es ley.) Y encabezó su top ten con “Ya supérame” (que ordenó reproducir, orgulloso, en su programa de variedades): su favorita del Grupo Firme (su preferido), porque “no hace apología del crimen”, afirmó, ignorante de que, el 5 de enero de ese mismo año, Eduin Caz, su ídolo y líder del Grupo Firme, cantó “El Ratón” (de la autoría de Tito León y éxito del grupo Código FN), entre cuyos versos emblemáticos escuchamos: “Soy El Ratón,/ soy Ovidio, soy Guzmán, hijo de El Chapo,/ soy hermano de Alfredito y de Archivaldo/ y, por cierto, me disculpo por lo del culiacanazo”.
¿Seguirá sin enterarse?

¿Prohibir la realidad?
Con motivo de la prohibición en Nayarit de los narcocorridos, Milenio Televisión emitió, el 6 de febrero del presente, el programa “Narcocorridos: debate y análisis”, conducido por Víctor Hugo Michel. Entre los participantes, el Dr. Juan Carlos Ramírez-Pimienta (Tijuana, 1966), máximo experto en el narcocorrido (¡no en el narcotráfico!), que ha estudiado desde hace décadas en San Diego State University-Imperial Valley, dictó una cátedra para no enterados y para no entendidos, de la que tengo el gusto de citar tres fragmentos. “¡Tengan, para que aprendan!”, como diría el clásico de Macuspana.

Explicó el doctor Ramírez-Pimienta: “Prohibir no tiene mucho sentido lógico, porque, a quienes somos padres, nos queda claro que la manera más fácil de hacer que nuestros hijos se inclinen por algo es prohibiéndoselos. Estas prohibiciones tienen más de cuarenta años y nunca han dado resultado, porque el problema es que hay una relación muy directa entre lo que refieren estas canciones y la realidad de México. Cuando esa relación se aleje, cuando pasen a ser simplemente canciones anecdóticas que no tengan relación directa con la realidad, entonces el problema se resolverá de manera automática, como ha sucedido en otras tradiciones baládicas en Europa y en el mundo entero. El corrido es una derivación del romance, de la balada europea, y en todos los países ha desaparecido, menos en México, porque en nuestro país están las condiciones que, obviamente, le echan gasolina al fuego para que continúe. El narcocorrido en México se alimenta de una realidad que existe”.

“Al hablar de corridos y narcocorridos, la gente piensa que son solamente una cosa, pero lo mismo pueden ser apologías que cantos de guerra, y son narrativas históricas en buena medida antioficialistas, que sólo cuando se ven desde una perspectiva histórica, nos damos cuenta de que mucho de lo que se decía en algunos narcocorridos, hace veinte años, y que de inmediato era negado por las autoridades, resultó más verdadero que los partes oficialistas. Si pensamos en lo que conocemos como “la guerra contra el narco”, los narcocorridos contaban una cosa y el gobierno decía que era todo lo contrario, pero al final resultó que lo que referían los narcocorridos era más cercano a la realidad que las versiones oficialistas”.

Y recalcó el experto: “Los corridos son arte (obviamente, no todos), pero, además, ni el corrido ni el narcocorrido tienen una ideología como género; no podemos adscribirle un mismo propósito. Cuando examinamos los narcocorridos, en la tradición del corrido en general, lo que estamos haciendo es, desde el presente, desde una manera ahistórica, juzgar un grupo de canciones, comparándolo con otras tradiciones corridísticas y lo que suele decirse es que “esos no son corridos, los verdaderos corridos son los de la Revolución”, y al decir esto lo que estamos haciendo es referirnos a un canon, a unos cincuenta corridos que son los que han sobrevivido, pero ignorando que en la Revolución mexicana se compusieron cientos si no es que miles de los que hoy ya nadie se acuerda. La perspectiva histórica es la que nos va a decir cuál es el valor de estos corridos que estamos escuchando hoy en día”.

El arte no es un delito
Entendamos. Comprendamos. Si la causa es la razón por la que sucede algo, mientras que el efecto es el resultado de esa causa, queda claro que la relación de causa-efecto es ignorada por los necios, sean o no funcionarios, políticos y gobernantes. Aprobaron la preparatoria sin tener noción de esto. Así que no les exijamos que sepan lo que escribió Aristóteles en su Metafísica: “a toda consecuencia precede una causa”; de ahí que “se llaman causas todos los intermedios entre el motor y el objeto”, y de ahí también que “el padre es la causa del hijo, y éste su efecto”. Los narcocorridos son hijos, son efectos, del narcotráfico.

Hasta la pregunta de si el narcocorrido es arte o es delito entraña un falso dilema que sólo puede conducir a dos ilegalidades: la primera, a la prohibición que no es otra cosa que censura, y la segunda, a lo punible, al castigo penal “ejemplar” (mientras más severo, más “ejemplar”) que transforma un derecho humano irrenunciable en un delito: la libertad de expresión. El arte no es un delito, incluso si no nos gusta, porque el gusto es una subjetividad, en tanto que el arte es una construcción estética con la que se puede no estar de acuerdo, pero éste es un problema de cada cual, no del arte. Decir sobre los narcocorridos que “hasta cuesta trabajo llamarlos música”, porque “corroen los sistemas sociales”, es hacerle un gran favor al narcotráfico que, como ya vimos, es la causa, y no el efecto, de esta
corrosión social.

Juan Domingo Argüelles
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Poeta y ensayista, lexicógrafo y editor, divulgador y promotor de la lectura. Sus últimos libros son <i>¡No valga la redundancia!: Pleonasmos, redundancias, sinsentidos, anfibologías y ultracorrecciones que decimos y escribimos en español</i> (Océano, 2021), <i>El vicio de leer: Contra el fanatismo moralista y en defensa del placer del conocimiento</i> (Laberinto, segunda edición, 2022), <i>Más malas lenguas</i> (Océano, 2023) y <i>Epitafios</i> (Laberinto Ediciones, 2024). En 2019 recibió el Reconocimiento Universitario de Fomento a la Lectura, de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo; en 2024, el INAH y el Gobierno del Estado de Quintana Roo reconocieron su obra y trayectoria en el marco de la edición 35 de la Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia, y en noviembre de 2025 el Gobierno del Estado de Chihuahua le concedió la Medalla Wikaráame al Mérito Literario en las Lenguas de América.

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