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Neurociencia para vivir mejor: Que tu cerebro derrame empatía, no sangre

Factores como la edad, la obesidad o la hipertensión arterial,entre otros, aumentan las probabilidades de sufrir un evento vascular cerebral

La lateralidad del cerebro sigue siendo un tema de investigación asombroso, los EVC generalmente afectan al lado derecho.

La mañana del 11 de junio de 2008, Eva, de 69 años, despertó con un dolor de cabeza intenso que semejaba la sensación de un picahielo perforándole el cerebro. Familiarizada con las jaquecas ocasionales causadas por el estrés inherente a ser madre de seis, viuda y líder de familia, tomó su analgésico habitual con paracetamol y cafeína. No obstante, el dolor no cedió en los 30 minutos planeados; por el contrario, la sensación aumentó gradualmente hasta volverse aún más insoportable.

Eva se dispuso descansar profundamente sin percatarse que en realidad su sueño surgía de la pérdida de conciencia por un evento vascular cerebral (EVC). Un vaso sanguíneo profundo se rompió como resultado de la hipertensión arterial. Y como si semejara una tubería oculta en las paredes de un sótano, la sangre se derramó profusamente en lugares de difícil acceso. El coágulo formado del tamaño de un limón fue confirmado con una tomografía, el cual comprimió el núcleo lenticular derecho, privando a sus neuronas de nutrientes, oxígeno y función.

En el transcurso de dos horas, la hipoxia, los radicales libres y los mecanismos de inflamación hicieron lo suyo. El rostro de Eva parecía colgado, su mano y pierna izquierdas dejaron de responder, su capacidad para articular y entender palabras desapareció y perdió toda la conciencia. Se estima que ese mismo día, alrededor de 465 personas en México también llegaron a salas de urgencias por sufrir un EVC.

El cerebro está compuesto por dos mitades llamadas hemisferios. Cada una controla la parte opuesta del cuerpo, con regiones especializadas en el movimiento, el tacto, la visión, el habla, la audición y el gusto. En los años 60, Roger Sperry ganó fama por mostrar que cada hemisferio procesa la información de manera distinta, aunque normalmente las dos mitades trabajan en conjunto unidas por nervios que forman el cuerpo calloso y la comisura anterior. Sperry cortó esos nervios en gatos y después los entrenó para realizar tareas con uno de sus ojos cubiertos, de modo que la información aprendida por el ojo descubierto solo llegaba a al hemisferio del mismo lado. Cuando el ojo cubierto se cambiaba de lado, el gato parecía no recordar lo aprendido, como si cada hemisferio funcionara de manera independiente.

El hemisferio derecho, procesa mejor la información del presente y del movimiento de nuestros cuerpos en el espacio donde nos movemos. La ubicación espacial que produce nos permite sentirnos conectados a todo lo que nos rodea a través de la conciencia. En la mayoría de las personas, la actividad derecha genera un pensamiento holístico, emociones y empatía hacia los demás a través de la interpretación del rostro. Por ello, un EVC derecho puede resultar en alteraciones de la percepción espacial, disminución emocional o tristeza y dificultades en la comunicación no verbal.

Por el contrario, el hemisferio izquierdo parece procesar mejor la información de manera metódica y numérica. Por ejemplo, no se enfoca en el presente como si fuera lo más importante, sino que toma la información del momento y comienza a escoger detalles, los organiza y los asocia con lo aprendido en el pasado, proyectándolos hacia el futuro. Por ello, el lado izquierdo nos recuerda las tareas cotidianas, convirtiéndonos en individuos de hábitos calculados. Al lesionarse el lado derecho del cerebro, el lado izquierdo de Eva compensó todo con conductas y pensamientos repetitivos, planeados al futuro, obsesivos y con poca expresión emocional.

Un caso contrastante fue el de la neuroanatomista Jill Bolte Taylor, quien a los 37 años sufrió un EVC en el hemisferio izquierdo debido a una malformación vascular que se rompió. Jill describió el dolor inicial como una sensación similar a morder un helado, un dolor agudo y penetrante detrás de su ojo izquierdo. Uno de los primeros síntomas que experimentó fue la percepción de que sus manos se transformaban en garras primitivas y una incapacidad para definir los límites de su cuerpo, como si sus átomos se fusionaran con los de la pared, sintiendo lo que ella describió como energía pura. En ese momento crítico, el constante diálogo cerebral de su hemisferio izquierdo se apagó por completo, mientras que su hemisferio derecho, más holístico y creativo, se desinhibió.

Según su propia narración, Jill Taylor quedó cautivada por la energía a su alrededor generada por la actividad unilateral del hemisferio derecho, sintiéndose unida a todo y tranquila. Sin embargo, por algunos momentos su hemisferio izquierdo se volvía a activar, alarmándola sobre la necesidad de pedir ayuda y preocuparse por el futuro de su salud. Eventualmente, logró marcar a un número telefónico, comparando visualmente las formas de los caracteres. Aunque no podía hablar ni entender el lenguaje, su colega al que llamó comprendió la emergencia y envió una ambulancia. Su caso, al igual que el de Eva, fueron consecuencia de eventos hemorrágicos, aunque la mayoría de las veces los EVC resultan de taponamientos de arterias provocando isquemias.

La lateralidad del cerebro sigue siendo un tema de investigación asombroso, aunque la idea de personas “dominadas por el lado izquierdo” o “dominadas por el lado derecho” es una simplificación excesiva. Algunos estudios recientes sugieren que el 63% de los EVC ocurren en el hemisferio derecho. Según el INEGI, en México, cada año hay 170 mil nuevos pacientes de EVC, de los cuales el 20% puede fallecer en los primeros 30 días, y el 70% quedarán con alguna discapacidad permanente en sus actividades cotidianas.

Pongamos atención a las estadísticas, pues el riesgo de sufrir un EVC aumenta con la edad, con la obesidad, la hipertensión arterial, la diabetes, el tabaquismo, y las dislipidemias. Es decir, aquello que tape y endurezca las arterias. Tristemente, la gente en México tiene 36% de obesidad y 39% de sobrepeso. Además, 13% de mexicanos adultos padecen diabetes, y el 49% tiene hipertensión arterial.

Eva y Jill Taylor aún cuentan su historia de sobrevivencia gracias al actuar de sus médicos y a los cuidados permanentes y empatía de su círculo social cercano. Sin embargo, muchas personas no pueden lidiar con el costo económico, afectivo, temporal y social que implica ser un enfermo dependiente con secuelas de EVC. No solo se trata de vivir mucho, sino de vivir bien y ser empático con los demás que necesitan tu ayuda. Así que como dice el dicho: “ Cuida tu cerebro, tus creencias y tu círculo social”. Indiscutible verdad.

Más de Genaro A. Coria ÁVila

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