La mañana del 11 de junio de 2008, Eva, de 69 años, despertó con un dolor de cabeza intenso que semejaba la sensación de un picahielo perforándole el cerebro. Familiarizada con las jaquecas ocasionales causadas por el estrés inherente a ser madre de seis, viuda y líder de familia, tomó su analgésico habitual con paracetamol y cafeína. No obstante, el dolor no cedió en los 30 minutos planeados; por el contrario, la sensación aumentó gradualmente hasta volverse aún más insoportable.
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