El nuevo rector de la Universidad Autónoma Metropolitana inicia su gestión convencido de que llega a una institución “robusta, líder y en transformación”, una universidad que, afirma, hoy destaca en prácticamente todas las métricas con las que se evalúa a la educación superior en México.
Con cinco unidades, cuatro en la Ciudad de México y una en el Estado de México, y una matrícula donde casi la mitad proviene del interior de la República, la Universidad Autónoma Metropolitana se asume como una universidad nacional tanto por su financiamiento como por el alcance de su investigación.
“Recibo a la UAM como la mejor universidad del país en impacto de investigación público-privada; ninguna otra, pública o privada, tiene nuestro nivel de habilitación académica. El 36 por ciento de nuestra planta de tiempo completo pertenece al Sistema Nacional de Investigadores y proporcionalmente somos la universidad con más estudiantes de doctorado”.
Así lo señala en entrevista con Campus, Gustavo Pacheco López, rector general de la Universidad Autónoma Metropolitana.
El biólogo experimental por la Unidad Iztapalapa de la institución explica que, a 51 años de su fundación, la institución vive una transición generacional intensa: una parte importante de su planta académica está concluyendo su ciclo laboral, mientras la universidad reorganiza procesos internos para integrar mejor a sus cinco unidades y fortalecerlas hacia los retos del país en las próximas décadas.
Para el también doctor en Ciencias Biomédicas, México está en un punto decisivo. En 2030 será la décima economía del mundo y hacia 2050 podría ubicarse entre la sexta y la octava.
“¿Con qué instituciones de educación superior vamos a sostener ese crecimiento? ¿Con qué capacidades científicas y tecnológicas? Ya no podemos ser un país que avance a costa del ambiente ni de salarios bajos. La universidad tiene que acompañar ese cambio estructural.”
Ciencia que guíe al país
Sobre las prioridades de investigación, el rector reconoce que resulta complejo hablar de una sola dirección en una institución con tres mil académicos que cubren prácticamente todas las disciplinas, pero sostiene que la UAM debe articularse más estrechamente con las necesidades nacionales. Su planteamiento es claro: transformar conocimiento en bienestar y prosperidad tangible para la población.
“La ciudadanía debe saber por qué vale la pena financiar a una universidad pública; los impuestos de una ciudadana en Tijuana o de un ciudadano en Chetumal sostienen a esta institución, así que debemos ser capaces de mostrar ese beneficio”, afirma.
En este sentido, apunta áreas que considera estratégicas para el país: semiconductores y todo lo que implica su cadena de suministro; la transición energética y la investigación en renovables; las tecnologías médicas en un país que envejece aceleradamente; los modelos económicos alternativos que distribuyan mejor el bienestar; y la soberanía y sostenibilidad agroalimentaria, una demanda presente en el Plan Nacional de Desarrollo y en la agenda de seguridad científica y tecnológica del país.
Más espacios sin comprometer la calidad
Otro eje de su gestión se cruza de inmediato con la política educativa federal. México enfrenta un reto demográfico inminente: el bono demográfico se extingue y la Ciudad de México alcanzará su pico de población productiva en 2029. Con una cobertura nacional de educación superior aún por debajo del 50 por ciento, el rector advierte que la ampliación del acceso debe ocurrir ahora y no dentro de diez o veinte años. La pregunta, dice, es cómo abrir más espacios sin comprometer la calidad académica, un equilibrio que considera fundamental para las universidades públicas.
En este contexto, explica que la UAM ya implementó medidas concretas, como el nuevo mecanismo de admisión Pase UAM en coordinación con el Colegio de Bachilleres de la Ciudad de México. Por primera vez, el examen dejó de ser el único filtro y se reconocieron trayectorias escolares completas, regularidad y desempeño. El resultado fue la asignación de mil nuevos lugares sin necesidad de examen, estudiantes que ya están en las aulas. Para el rector, este tipo de articulación entre educación media superior y superior es clave, especialmente para una universidad que no tiene preparatorias propias. El programa incluso incrementó las solicitudes al Colegio de Bachilleres, impulsadas por la posibilidad real de acceder después a la UAM.
Acreditación modernizada
El otro gran frente es la flexibilización curricular y el sistema de microcredenciales, también alineado con la Ley General de Educación Superior, que establece que la educación superior debe ser universal, gratuita, de excelencia y centrada en el estudiantado. Aquí, el rector reconoce una tensión evidente: cómo ofrecer acceso universal cuando el país está lejos de alcanzarlo y cómo mantener excelencia cuando la demanda crece. La respuesta, dice, está en modernizar el modelo académico: dejar atrás la lógica del “todo o nada” que sólo reconocía a quienes concluían su licenciatura completa. Hoy la UAM admite 12 mil estudiantes; 10 mil se presentan el primer día de clases y alrededor de 5 mil egresan.
“¿Qué pasa con los otros 5 mil? ¿Dónde queda su avance? Hasta hace muy poco no se reconocía para ellos ni para la institución.”
El Marco Nacional de Cualificaciones, emitido en 2024, cambió ese paradigma al establecer que los créditos académicos pertenecen a la persona estudiante, no a la institución, y que deben ser portables y transferibles entre universidades e incluso hacia el ámbito laboral. El rector compara este cambio con la Reforma de Bolonia, que creó un sistema común de créditos en Europa y permitió una movilidad académica sin precedentes.
Para la UAM, este es el camino: reconocer trayectorias, permitir movilidad, ampliar cobertura y mantener calidad con un sistema más flexible y justo, asegura.

Salvador Medina
- Salvador Medina
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