En el umbral del cambio de siglo tuvo lugar la “Conferencia Mundial sobre la Ciencia”, convocada por la Unesco y el Consejo Internacional para la Ciencia. Fue celebrada en Budapest del 26 de junio al primero de julio de 1999. En aquella conferencia participaron casi dos mil delegados de más de ciento cincuenta países, entre los cuales ochenta ministros de ciencia y tecnología, investigación, educación o sus equivalentes nacionales. Sobre el contenido y resoluciones del magno evento vale la pena revisar el volumen “La ciencia para el siglo XXI: un nuevo compromiso”, publicado por Unesco en 2000.
Con el propósito de dar continuidad al diálogo multilateral en materia de política científica surgió la iniciativa de establecer una instancia y un mecanismo que convocara periódicamente a organizaciones de ciencia, así como a funcionarios y protagonistas del quehacer científico. La iniciativa se concretó en la instalación del Foro Mundial de las Ciencias (FMC), auspiciado por la Unesco, la Academia de Ciencias de Hungría y el Consejo Internacional de Ciencias y la Academia Mundial de Ciencias; también participan la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencias y el Consejo Asesor Científico de las Academias Europeas.
A partir de 2003 el FMC ha organizado once conferencias, en temas que convergen en torno a la relación entre ciencia, sociedad, desarrollo y política. La más reciente fue la conferencia 2024 celebrada, como es costumbre, en la ciudad de Budapest, del 19 al 24 de noviembre. La conferencia se tituló “La interfaz entre ciencia y política en tiempos de transformaciones globales”, y en ella se desarrollaron múltiples sesiones temáticas, cuatro reuniones interministeriales y tres plenarias temáticas y una adicional para la presentación de la declaración de la conferencia.
Entre otros asuntos se trató de la gobernanza científica con los subtemas de coordinación, integración de ecosistemas científicos, así como interfases entre política y práctica científica. Se discutió también sobre las posibilidades de la ciencia abierta y los avances que se han desarrollado en torno a sus principios generales. Uno de los temas centrales fue el de confianza social en la ciencia y también acerca de la necesidad de actualizar, en el contexto político global del presente, los criterios relacionados con la libertad de investigación, y sobre la necesidad de proteger la actividad científica y a las personas que la ejercen.
En la declaración de la conferencia se establece una decena de recomendaciones sugeridas a las comunidades científicas, a los tomadores de decisiones y a las partes interesadas en la producción, transferencia y aplicación de conocimientos. Las comunidades científicas son convocadas: a) Redoblar esfuerzos para garantizar la producción de conocimientos fiables y soluciones pragmáticas y a eliminar las prácticas científicas nocivas tanto en la producción como en la difusión de conocimientos; b) Garantizar una mejor comunicación del potencial informativo de la ciencia, así como de sus limitaciones, tanto a la sociedad civil como a los responsables de la toma de decisiones. La comunidad científica debe reconocer estas actividades como un aspecto clave de su misión, al tiempo que se fomenta y protege el periodismo científico.
A los gobiernos se recomienda: a) Fortalecer los mecanismos de asesoramiento científico tanto a nivel de todo el Gobierno como dentro de cada organismo, incluidos los ministerios de finanzas y relaciones exteriores; b) Garantizar apoyos a la producción y traducción de conocimientos como un componente vital del desarrollo y el bienestar; c) Permitir, respetar y sostener la libertad académica y científica: se debe mantener la ciencia tan abierta e inclusiva como sea posible, y se debe proteger la ciencia y los investigadores científicos; d) Los gobiernos y otros actores en tiempos de conflicto deben proteger a los científicos y sus ecosistemas; e) Procurar una mayor integración de los esfuerzos para utilizar y proteger la ciencia dentro del sistema multilateral y a través de sus componentes, en particular en su interacción con la comunidad científica mundial a través de sus estructuras formales, incluidas las relacionadas con la diplomacia científica.
A las partes interesadas se dirigen las recomendaciones: a) Fortalecer los sistemas educativos nacionales y sus prácticas de educación científica, para promover la comprensión del proceso científico y la necesidad del pensamiento crítico; b) Fomentar la participación de los investigadores en el inicio de su carrera en los diálogos entre ciencia y política; c) Participar en el Decenio Internacional de las Ciencias para el Desarrollo Sostenible y promover una ciencia equitativa para todos. Una recomendación adicional, que se dirige a los gobiernos, organizaciones y empresas, se pronuncia por “someter los avances científicos y las tecnologías nuevas y emergentes a normas éticas”. Esta sugerencia hace eco con la Recomendación de la Unesco de 2021 sobre la Ética de la Inteligencia Artificial.
En la plenaria final, además de los elementos propositivos de la declaración, la conferencia argumentó que: “Si bien reconocemos los desafíos que plantea la formulación de políticas basadas en evidencia, observamos los riesgos crecientes que plantean la desinformación y otras acciones que socavan la confianza vital en la ciencia” y también que “Observamos con pesar que la desconfianza y la negación rotunda de la ciencia se han incorporado a algunas agendas políticas y sociales”. Ambos son aspectos de indiscutible actualidad y que merecen un ejercicio sistemático de reflexión.

Roberto Rodríguez Gómez
- Roberto Rodríguez Gómez
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