Olac Fuentes Molinar: el humor y la inteligencia

Gran pensador, deja un legado innegable en el panorama educativo de México

El intelectual nos dejó sus mayores aportaciones en el análisis de las políticas de educación superior.

La semana pasada falleció Olac Fuentes Molinar. Tenía 81 años, vivía en Xalapa y era de Chihuahua. Su vida pública transcurrió entre las aguas de la reflexión política y el análisis de la educación, entre la militancia de la izquierda y el impulso a reformas educativas. Fue estudiante y profesor universitario, funcionario público y promotor de debates y seminarios académicos y políticos, columnista de periódicos y revistas nacionales, observador cuidadoso de los actores, procesos y políticas de la educación superior y sus alrededores. Muchos de quienes lo conocimos apreciábamos en él no sólo su rigor y agudeza intelectual, sino también un formidable sentido del humor, una flor extraña en el medio intelectual mexicano.

Su trayectoria influyó de manera decisiva en los perfiles del debate público sobre la educación superior durante más de tres décadas (1970-2000). Sus numerosas conferencias, textos, libros y artículos permitieron delinear no sólo una postura político-intelectual sobre la crisis de la educación mexicana después del 68, sino también para promover un debate sistemático sobre las reformas de la universidad y la escuela pública que favorecieran la democratización, el acceso, la equidad y la calidad de los procesos formativos de los niños y jóvenes mexicanos.

Fue crítico ácido del charrismo sindical representado por el SNTE, pero también del autoritarismo político representado por el PRI, al que veía como la causa profunda de las prácticas caciquiles que imperaron con particular agudeza durante los años sesenta hasta los ochenta en el magisterio educativo nacional. Su militancia en el Partido Comunista Mexicano durante los años sesenta y setenta, que luego desembocó en la formación del Partido Socialista Unificado de México a comienzos de los ochenta, le permitió influir en la formación de las posturas de la izquierda mexicana sobre las “cuestiones críticas” de la educación superior en los años de la denominada transición política experimentada a lo largo de los noventa.

Pero es en el campo específico del análisis de las políticas de educación superior donde se encuentran algunas de sus mayores aportaciones al desarrollo académico e institucional de la educación mexicana contemporánea. Sus contribuciones fueron seminales para la formación de una perspectiva analítica que fuera más allá de las buenas intenciones, los exhortos normativos, o los juicios morales o ideológicos sobre las universidades y las instituciones de educación superior. Fue a finales de los años ochenta cuando sus trabajos en el Departamento de Investigaciones Educativas, y luego en la UAM-Azcapotzalco, expresaron su energía y madurez intelectual, y los lugares donde se concentró en desarrollar el interés de nuevas generaciones de estudiantes y académicos sobre la importancia del estudio de las políticas, de sus actores y sus determinaciones políticas, de sus hechuras y procesos, de sus instrumentos, ilusiones y limitaciones. En la historia intelectual de la educación superior, las aportaciones de Olac contribuyeron a la renovación del clima académico y político sobre la educación superior.

Muchos de los que lo conocimos o leímos fuimos influenciados por sus artículos en periódicos como Unomásuno o La Jornada, en revistas como Nexos o Cuadernos Políticos, o en sus frecuentes conferencias en diversas universidades del país. En mi caso, lo conocí a comienzos de los años ochenta en Guadalajara, cuando el recién formado sindicato de profesores de una escuela técnica federal (el actual CETI, que en aquellos años se llamaba CeRETI), lo invitamos a impartir una conferencia a la comunidad docente de esa escuela, con el tema de la agenda de la reforma educativa que promovía el PSUM a nivel nacional. Posteriormente, asistí a un seminario nacional organizado por la UAM-Azcapotzalco a finales de los años ochenta, cuando Olac participó como anfitrión y colega de un grupo diverso de académicos heterodoxos sobre las cuestiones críticas de la educación superior en el contexto de los años difíciles de la crisis económica y los cambios políticos de la sociedad mexicana y latinoamericana de la “década perdida”. Ahí estuvieron, entre otros, Rollin Kent, Pepe Woldenberg, Javier Mendoza Rojas, Romualdo López Zárate, José Joaquín Brunner, Simon Schwartzman, y un grupo compacto de estudiantes y profesores no sólo del DF sino también de Sonora, Puebla o Guadalajara.

En los años noventa conversé algunas veces con él cuando fue nombrado rector de la UPN mientras yo era estudiante del posgrado en la Flacso-México. También cuando fue nombrado subsecretario de educación básica en la SEP, o en algunos congresos nacionales del Comie, organización que fue impulsada decididamente por Olac en esos mismos años. Y la última ocasión fue a finales de la primera década del presente siglo en un seminario organizado por el área de sociología de las universidades de la UAM-Azcapotzalco en la hermosa Casa de la Primera Imprenta del centro histórico de la capital. Ahí, en la comida de cierre, en una atmósfera de humo, risas y alcohol, Olac el chihuahuense, el académico, el hombre de izquierda, el “profe” (como muchos de sus amigos y estudiantes le decían), el exfuncionario público, el polemista insobornable, el observador sagaz, mostraba, una vez más, su inteligencia, simpatía y liderazgo entre quienes habíamos seguido sus huellas a lo largo de su trayectoria.

Sus últimos años los pasó en su casa de Xalapa. Mantuvo siempre relación con el mundo educativo, intelectual y político del país, aunque un poco con la postura de general retirado, que observa el campo de batalla desde la distancia, quizá recordando sus propias batallas. Fue asesor del INEE, y luego participante esporádico en el PUED de la UNAM. Nunca perdió el sentido del humor, y recibió algunos merecidos homenajes organizados por colegas de la Universidad Veracruzana y de otras universidades del país. Y apenas el año pasado fue publicado un texto que reúne 15 textos fundamentales escritos por Olac en distintos momentos, que incluye una reconstrucción de algunos pasajes de su biografía intelectual y política acompañada por las viñetas de una entrevista realizada por Miguel Casillas a la persona y al personaje que representa Fuentes Molinar en la historia reciente de la educación superior mexicana. (Vale la pena leerlo: Casillas, M. Comp., 2023, Olac Fuentes Molinar. El desarrollo de la educación superior en México y las políticas públicas. Ed. Transdigital, México https://doi.org/10.56162/transdigitalb12.)

Su figura es testimonio de persistencia y lucidez, de heterodoxia académica, de compromiso ético y responsabilidad política e intelectual. Y una imagen potente de su humor norteño lo retiene una ocasión en que, luego de una vigorosa reunión de discusión sobre problemas educativos, pidió al mesero de un bar que le trajera un whisky en las rocas. Al saborearlo, lentamente, sentenció, con la sabiduría que sólo proporciona la experiencia: “Luego dicen que Dios no existe. Salud”.

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