¿Está México preparado para la educación superior de 2026? Es la pregunta básica que pone tema para el último número de Campus en este 2025. Una posible respuesta es la que remite a dos de los grandes objetivos que se han formulado para el presente sexenio, expresados por la presidenta Sheinbaum, relacionados con la educación superior y la ciencia y la tecnología: a) pasar de la economía doce o trece a escala mundial a ocupar el décimo sitio; b) convertir al país en potencia tecnológica y de innovación.
Como observará el lector, se trata de objetivos ambiciosos que se desenvuelven en varios de los planes y programas ya en vigor (Plan México, Plan Nacional de Desarrollo, Programas Sectoriales de Educación, Ciencia y Tecnología) dentro de la Administración Pública Federal (APF), y que suponen dinero, “pero mucho dinero”, como le reiterara Pedro Infante a una esquiva Sarita Montiel en la película del mismo título. ¿Talón de Aquiles o desafío superior para las políticas de la APF? Es pronto (catorce meses) para dar una respuesta, pero también es el momento justo para visualizar el camino que se tiene por delante y los obstáculos que deberán superarse. Aquí se mencionan sólo aquellos que, desde esta atalaya, parecen más relevantes y difíciles, no olvidando otros que parecen promisorios.
1 Cobertura en educación superior: la matrícula actual ha rebasado ya los 5.5 millones de estudiantes. Viene de lo que apenas llegaba a la mitad en el inicio del presente siglo. ¿Muchos o pocos? Según el punto de vista. Desde tres sexenios atrás se persigue la meta de alcanzar una matrícula que llegue al 50 por ciento de los jóvenes en edad escolar. Situado ahora ese indicador en 45 por ciento, sigue pareciendo difícil que se alcance dicha meta si no se dan las condiciones básicas para ello: dinero y proyectos específicos reflejados en el Programa Sectorial.
2 Potencia tecnológica y de innovación: en esta materia se han dado aciertos y errores. Lo primero es evidente al transformar el antiguo CONACyT en una Secretaría, así como nombrar a una titular con liderazgo y respeto por parte de la comunidad científica y tecnológica. Entre lo segundo sobresale lo que es un legado del sexenio anterior y que representa un evidente retroceso: una nueva ley en la materia, todavía controvertida y pendiente de resolución de amparos dentro del Poder Judicial, misma que contiene cambios que obstaculizan, antes que promover esa materia. Tal es el caso de la gobernanza: una Junta Directiva, con quince titulares de secretarias de la APF, excluyendo a los propios representantes de aquella comunidad.
3 Lo positivo: dos proyectos que han tenido una buena acogida inicial son: el Plan integral del Sistema Nacional de Bachillerato y el correspondiente al Espacio de Coordinación de la Educación Media Superior (ECOEMS). El primero, no obstante haberse implantado sin consulta alguna, ni el “pilotaje” indispensable, pareciera adecuado en la medida que puede poner orden en un subsistema fragmentado en más de una veintena de modalidades distintas. El segundo, modificó radicalmente el camino de acceso a ese nivel educativo en el área metropolitana de la Ciudad de México. En ambos casos, y a un año de su implantación, será muy importante la evaluación que, al respecto, realice la SEP.
4 Contexto: los dos grandes objetivos ya mencionados, al inicio de estas líneas, se enmarcan en un contexto económico determinante del conjunto. El país no crece económicamente y, por tanto, tampoco en sus finanzas públicas. El fenómeno no es nuevo. Así, desde cuarenta años atrás el reclamo era muy parecido pero los números y proporciones diferentes. Hasta los gobiernos de Peña y Fox esa afirmación se contrastaba con el crecimiento anual promedio del PIB de 2.3 por ciento y 2.4 por ciento, respectivamente.
En 2018, al inicio de la presidencia de López Obrador se afirmó que el país crecería a una tasa anual de 4 por ciento, culminando en el último año con un 5 por ciento. El resultado fue radicalmente distinto: un 0.8 por ciento de crecimiento anual promedio. Ahora, y aunque en el 2024 se alcanzó un 2.1 por ciento, el presente año cerrará con alrededor de un 0.3 por ciento, como lo ha previsto el propio Banco de México.
De ahí, posiblemente, la gran contradicción actual: educación, ciencia y tecnología, son sectores que parecieran estar hibernando financieramente, esperando mejores épocas. En la educación superior el descenso real de financiamiento en el sexenio pasado fue de 31 por ciento. En ciencia y tecnología, el 0.26 por ciento del PIB dedicado a ese rubro (tal como lo reconoce el propio Programa Sectorial) es ¡once veces menor al promedio de la OCDE!

Carlos Pallán
Ex rector de la Universidad Autónoma Metropolitana (Unidad Azcapotzalco), Ex secretario General Ejecutivo de la Anuies.
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