
¿Torres de marfil?: academia, política y vida pública
Hay una idea sobre la vida académica que suele predominar entre empresarios, políticos y funcionarios relacionados directa o indirectamente con las universidades. Se trata de la creencia de que la ciencia y la academia son espacios apacibles, tranquilos, alejados del mundo turbulento de la política o de los negocios, de la administración y gestión de recursos, relativamente libres del conflictos y pleitos mundanos. Algunos políticos, cuando se retiran, suelen decir que “volverán a la academia” a reposar, cuando su única experiencia ahí, si la tuvieron, fue como estudiantes o profesores ocasionales. La idea y las creencias asociadas son representaciones de la vieja imagen de la “torre de marfil”, ese espacio idealizado donde sus habitantes (intelectuales, científicos y académicos) cultivan sus propios intereses sin interferencias externas, lugares en que se pueden dedicar a sus especulaciones, investigaciones, o a impartir clases en contextos tranquilos, bajos en tensiones, sin contradicciones significativas. María Moliner definió la expresión como “aislamiento intelectual en el que alguien vive voluntariamente”.