La creación de la SEP tuvo detrás de una visión incluyente
La institución educativa, ligada estrechamente al desarrollo del país, ha dado a millones de mexicanos luz y abrigo; Este año festejará su centenario
El entendimiento emancipa. La verdad del saber y saber la verdad, libera. ¿En qué área, que su tiempo no haya definido? Es baluarte de los mexicanos el derecho a la educación pública, pero si evaluamos —bajo la luz de PISA— los años más recientes de nuestro sistema educativo, sus cifras y estadísticas puede que produzcan tristeza. En algunos casos, como las cifras de deserción escolar, son reflejo de una verdadera tragedia, pues en el mejor de los casos estos jóvenes se unen a la economía informal —con las consecuencias que de ello se deriva— y en el peor de los escenarios, los jóvenes que dejan de estudiar se convierten en parte del crimen organizado. No obstante, aunque se empuje, se corra y se grite, más de 30 millones de familias tenemos acceso a este sistema que hace cien años nació con gloria.
En 1921, la publicidad promotora de quimeras tapizaba la prensa, le hablaba a menos del 15 por ciento de la población, el resto era analfabeta. La modernidad llegaba en auto, con radio y luz eléctrica, pero también con espíritus inquietos, reunidos por altos anhelos y por la Universidad Nacional, quienes formaron un Ateneo, el Ateneo de la Juventud y pusieron en crisis al positivismo porfirista. De ahí tomó garra y agarre José Vasconcelos, inminente y prominente creador de la Secretaría de Educación Pública, institución guardiana de lo más noble y valioso que tiene nuestro país, nuestra juventud e infancia.
Las memorias de Vasconcelos las hemos reseñado en este espacio de a poco en distintas entregas, de ellas siempre hemos procurado rescatar el espíritu indomable del oaxaqueño en búsqueda de un sistema educativo que, por aquel entonces, ni Estados Unidos tenía. Vasconcelos fue un anti-carrancista que se complacía en la irreverencia de saltarse las leyes impulsadas por Carranza. Para crear la SEP se tuvo que reformar por primera vez la Constitución de 1917. Vasconcelos hizo campaña por todo el país para este propósito y se valió de todos los medios a su alcance, hasta de la amenaza como reconoce en sus memorias.
Una vez consumada la hazaña de crear la SEP (oficialmente instituida el 3 de octubre de 1921), Washington lo invitó a dar una conferencia y a compartir su experiencia, después, la Unión Americana, también federalizó su educación. En “El desastre”, Vasconcelos nos cuenta como “las actividades de la nueva Secretaría alcanzaron bien pronto extendida notoriedad en el extranjero; las principales revistas de Norteamérica se ocuparon de ellas y se habló en Washington de la posibilidad de que los Estados Unidos también creasen un Departamento Federal de Educación”.
De su conferencia leída en el Continental Memorial Hall de Washington, José Vasconcelos recuerda -en “El desastre” uno de los libros que reúnen sus memorias- lo siguiente: “no me inspiro en Boston para mis reformas —afirmé— sino en Xochimilco. Contemplad allí a los indios —explicaba—; ved cómo aprovechan el abono y la tierra, en reducido espacio y con el resultado de que producen las mejores lechugas del mundo y las flores más hermosas. ¿Acaso no sería absurdo mandarlos a estudiar horticultura al Maine? Pues así ocurre con el saber en todas sus ramas”.
Durante décadas el desarrollo mexicano, incluido su sistema educativo ha estado al asedio de los estándares impuestos por el statu quo global, impulsado y defendido por los países más “desarrollados”. Evaluar es una herramienta que se ha ido arraigando con frases como “lo que no se puede medir, no se puede mejorar”. En las ciencias exactas puede que esté bien, pero en las ciencias sociales, siempre se cuenta con una variante impredecible, la cual, quizá se toma cada vez menos en cuenta debido a la eficacia del algoritmo de las redes sociales que, ha enganchado a la sociedad mundial. Este algoritmo es interesante justo por su capacidad de aprender, en fin, nuestra época.
Para los antiguos mexicanos, para los toltecas en especifico, el conocimiento era de tanto cuidado como ir a la guerra. “Un hombre va hacia el conocimiento como va a la guerra: bien despierto, con respeto, con miedo y con una seguridad absoluta”, asegura don Juan, en ese compendio maravilloso que realizó el antropólogo Carlos Castaneda.
La toltequidad (toltecayotl) comprende una serie de conceptos no sólo dignos de la antropología sino de la pedagogía, en especial para la escuela mexicana. No hablamos de un marco teórico amplio y profundo como el tonal y el nahual, pero si de ideas como la impecabilidad, la cual, por cierto, imposibilita la corrupción. Así como un perfil socioemocional amplio a través lo que representa la “importancia personal”, en estricto sentido la pérdida de ella de forma voluntaria.
“El yo individual ha privado al hombre de su poder”, se asegura desde el toltecayotl; no obstante, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, según declaraciones recientes, entiende el indigenismo como el nuevo comunismo y se sorprende por las disculpas ofrecidas por el sumo pontífice, el Papa Francisco, extendidas a propósito de la celebración de los 200 años de nuestra Independencia. España nos trajo “civilización y libertad”, según la funcionaria ibérica. En fin, opinión que, seguro estoy, no es representativa de la mayoría del pueblo español.
Hace 100 años pues, cuando se creó la SEP, se hizo con una visión incluyente, prueba de ello son los cuatro tableros que adornan las cuatro esquinas del Patio del Trabajo, las cuales retratan en oro a Platón, Buda, Quetzalcóatl y a España representada en una carabela. Por lo anterior, a partir de los primeros días de octubre se empezará a festejar a esta centenaria institución que ha dado a millones de mexicanos luz y abrigo.
