Los agentes antinarcóticos de Estados Unidos en México: una larga historia

En una obra de reciente publicación se documenta la historia de los pioneros en la ejecución de operaciones encubiertas contra las drogas, sus técnicas y su forma de operar.

Se tiene noticia de agentes antinarcóticos norteamericanos “operando” en México desde la década de 1930.

¿Cuánto sabemos del origen de la “guerra contra las drogas”? ¿Desde cuándo operan agentes antinarcóticos de Estados Unidos en México? ¿En qué reside su autoridad? ¿Por qué lo hacen?

Estas son algunas de las preguntas que se despliegan en mi último libro Cien años de Espías y Drogas: La historia de los agentes antinarcóticos de Estados Unidos en México (Debate 2022). El texto se adentra en la historia de la política antinarcóticos entre México y Estados Unidos a lo largo del último siglo. El libro está basado en fuentes de archivo, muchas de éstas, hasta ahora, inéditas.

Ni las drogas son un problema moderno ni la batalla contra éstas es reciente. La historia es vieja y se remonta a principios del siglo XX (e incluso más atrás) cuando en Estados Unidos se extendió la prohibición del comercio y consumo de, entre otras sustancias, la marihuana, la cocaína y la amapola. Desde entonces a la fecha, hay esfuerzos federales y estatales en ese país por evitar el comercio de éstos y otros narcóticos.

Por supuesto, estos esfuerzos no se limitaron a territorio estadounidense. Desde su creación —la primera fue fundada tan pronto como en 1914— las agencias antidrogas de Estados Unidos han destinado mucha de su atención hacia México, tradicional productor de amapola y marihuana y, desde la década de los ochenta, puente de cocaína proveniente de América del Sur. Apenas creadas, las agencias antinarcóticos comenzaron a desplegar a sus detectives en México (y otros países). Sus funciones eran (y siguen siendo) múltiples: desde participar en campañas de erradicación de cultivos hasta la planeación de operaciones policiales de gran calado. Su presencia, por supuesto, no siempre es legal.

Tenemos noticia de agentes antinarcóticos de Estados Unidos “operando” en México desde la década de los 1930s, precisamente en el contexto de las primeras campañas de erradicación de cultivos de amapola y marihuana en la zona que hoy conocemos como el Triángulo Dorado (Chihuahua, Sinaloa y Durango). Varias de estas campañas fueron lideradas por agentes estadounidenses asociados al Departamento del Tesoro de ese país. Éstos pagaban suplementos salariales a militares mexicanos, ordenaban la ejecución de operaciones a soldados y policías mexicanos, enviaban puntillosos reportes a sus jefes en Washington D.C. y hablaban con un elenco de actores estales y no estales que iban de gobernadores de los estados a pequeños criminales. Se sentían como en casa.

Hacia la década de los años cuarenta y cincuenta la lucha contra las drogas tomó un carácter más urbano y menos rural. Los agentes también se profesionalizaron: pasaron de ser diplomáticos aventureros a policías con entrenamiento especializado. El gobierno mexicano casi nunca sabía de su existencia.

Hacia la década de los años sesenta, agen-tes antinarcóticos del Departamento de Justicia comenzaron a instalarse en la Ciudad de México y en ciudades del norte del país. Así, por ejemplo, la primera oficina del Federal Bureau of Narcotics (FBN), un antecedente de la actual Drug Enforcement Administration, fue fundada en 1963. Un año después se creó la oficina en Monterrey. En los siguientes años se instalarían las oficinas de Guadalajara, Culiacán y Mérida.

Los agentes estadounidenses en México realizaban —una práctica que continúa— operaciones encubiertas. De todas, las más famosas eran las llamadas entregas vigiladas — en inglés conocidas como buy and bust. Éstas consisten en la entrega o recepción custodiada de dinero o sustancias ilegales entre agentes encubiertos y sospechosos de narcotráfico. Esto permitía (y permite) a los agentes identificar a las personas que participaban en actividades de contrabando.

El objetivo final de las operaciones encubiertas, además de identificar el modus operandi de las redes de narcotraficantes, era generar evidencia suficiente para un proceso judicial en México o, preferentemente, en Estados Unidos. Crear un caso “exitoso” suponía reunir inteligencia estratégica, operativa y táctica. Dicho de otro modo: la obtención de nombres, plazas, rutas, direcciones, localización de sembradíos, apodos, identidades, organigramas, teléfonos, nexos y métodos.

Los agentes antinarcóticos de Estados Unidos no solamente participaron activamente en operaciones encubiertas en México, también enseñaron a los policías mexicanos la tecnología más avanzada para obtener el mayor beneficio de estas. La estrategia incluía cursos informales sobre cómo practicar escuchas telefónicas, aprender acentos extranjeros, examinar drogas, perseguir sin ser observados, instalar micrófonos escondidos, marcar billetes y “administrar” informantes, las mal llamados “madrinas”.

Así y todo, los agentes antinarcóticos de Estados Unidos fueron, pues, pioneros en la ejecución de operaciones encubiertas antinarcóticos en México, socializaron a los policías locales en su uso y, con ello, es verdad, desarticularon muchas de las incipientes redes de narcotraficantes que, en las décadas de los años cuarenta, cincuenta y sesenta pululaban en México. Con el paso de las décadas se adoptaron nuevas tecnologías y se perfeccionaron métodos, pero, en lo esencial, el corazón de las operaciones encubiertas no ha cambiado demasiado.

La tecnología ha llegado para transformar la forma en que se desarrolla la política antinarcóticos. Sin embargo, la naturaleza de la función de los agentes permanece, como hace un siglo, prácticamente intacta. En la historia de los agentes antinarcóticos de Estados Unidos en México hay más continuidades que rupturas. Documentarlas fue el objetivo del libro.

Sobre la firma
Carlos A. Pérez Ricart
Profesor-Investigador en Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE)

Profesor-Investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE)

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