Contrarréplica a Felipe Martínez Rizo

Presentamos la respuesta de Otto granados Roldán al texto del ex Rector de la UAA

La Ley Orgánica de la UAA establece que el rector deberá…contar con título profesional de licenciatura registrado en términos de ley.

En su réplica a un extracto de mi libro Viaje a la memoria. Un recuento personal (Cal y Arena/ICA, 2022), Felipe Martínez Rizo (FMR) exhibe una piel demasiado delgada, pero elude graciosamente las cuestiones de fondo.

La primera es que no se trata de la “cédula profesional” sino de un tema ético que está en el espíritu de la ley: el artículo 12 de la Ley Orgánica de la UAA establece en su fracción primera que “el rector de la universidad deberá…contar con título profesional de licenciatura registrado en términos de ley…”. Es decir, al momento de su (única) elección como rector FMR no tenía título profesional legalmente registrado, lo sabía perfectamente y, no obstante, aceptó y desempeñó el cargo sin satisfacer esa exigencia sino hasta que, ya de salida, la necesitaba para competir por la (fallida) reelección. Más aún, como puede verse abajo, por lo menos hasta febrero de 1998, FMR no contaba con “antecedente alguno” que lo facultara “para ejercer como licenciado en sociología, ni en filosofía ni como investigador”.

En segundo lugar, su “fracaso”, como bien admite, en su intento de reelegirse, caso único en toda la historia de la UAA, no se debió a las “intrigas” de sus adversarios ni de los miembros de la Junta de Gobierno que lo decapitaron. La historia fue otra: su caída fue la consecuencia de sus diferencias con casi todos los grupos de poder dentro de la UAA, su falta de ascendiente académico ante el conjunto de los departamentos universitarios (excepto educación), su conflicto con las bancadas legislativas del Congreso local y sus principales cabezas, su enfrentamiento no con el “líder del sindicato de maestros” sino con todo el sindicato, su carencia de reflejos para interactuar con la Junta de Gobierno y, ciertamente, su mala comunicación con el Gobierno del Estado. Veamos.

Con el diputado más influyente (que era del PRI en un congreso donde el PAN era mayoría), Javier Aguilera, tenía un viejo pleito al menos desde que ambos buscaron el decanato de Ciencias Sociales y, a pesar de que aquel había obtenido más votos, la Junta “lo dejó fuera de tal oportunidad”; en venganza, tiempo después FMR lo despidió de la UAA. Con el sindicato académico la bronca no era con el “líder” sino con todo el colectivo: los reunió en un balneario el 12 de septiembre de 1996 prácticamente para imponerles de manera autoritaria “su” proyecto de reformas a la Ley Orgánica de la UAA, los tildó de “populistas”, los acusó de obedecer a intereses políticos, se peleó con la Federación de Estudiantes, y lo que obtuvo como reacción fue una propuesta alterna del sindicato firmada no por el “líder” sino por 225 profesores de 7 Centros, con cambios a más de 15 artículos del proyecto de Ley y del Estatuto y respaldada por los estudiantes, ninguno de los cuales FMR tomó en cuenta en el proyecto que me entregó para mi consideración. Era, con exceso de arrogancia, “su” proyecto y ningún otro. Incluso, una investigadora de la UAA muy obsecuente con las opiniones de FMR, señaló: “la fuerza del rector se había debilitado perdiendo el control sobre los nuevos miembros de la Junta” (véase C. Pérez Talamantes, Autonomía y gobierno. Una relación en claroscuro, Aguascalientes, UAA, 2015, passim). En consecuencia, el proyecto de FMR fue modificado por todos los diputados –“tuvimos libertad de legislar como creímos que era lo conveniente”, reconoció años después el diputado Aguilera- y en noviembre de 1997 el sindicato y la federación estudiantil publicaron un desplegado donde expresan su “reconocimiento” a los legisladores por haber tomado en cuenta sus propuestas.

En cuanto al Gobernador, reitero: la relación de FMR conmigo se limitó invariablemente a dos cosas: pedir dinero de los contribuyentes para paliar el déficit creciente del sistema pensionario sin plantear una sola corrección al problema estructural, alegando que era un problema heredado -o, como se pretexta ahora: “yo nada más soy el rector”-, y suponer que el Ejecutivo era la ventanilla de trámite para un proyecto de iniciativa que, como está bien documentado, jamás contó con el apoyo mayoritario de la comunidad universitaria. En conclusión, a FMR lo devoraron su torpeza política, su incapacidad para la gestión y su falta de liderazgo académico. Ante tal desastre, la Junta hizo lo que tenía que hacer: poner su cabeza en el cepo y soltar la cuchilla de la guillotina.

Y en tercer lugar, respecto de su papel en el inicio del INEE (QEPD) a que alude FMR -y el cual yo no abordo en mi libro- dejo la palabra a Carlos Ornelas (Ph. D. en Educación, Stanford, 1980): FMR “trató de hacer de ese órgano un instituto de investigación, más que un aparato al servicio del Estado, en especial de la SEP, y, pienso, fracasó en lo uno y lo otro… FMR firmó con su nombre la mayoría de las publicaciones del INEE, con el riesgo de que sus artículos personales se confundieran con planteamientos políticos. Además, nunca colaboró con pasión con otras instancias de evaluación de la SEP o de los estados; por el contrario, alegaba la superioridad técnica del INEE y mostraba desdén por el trabajo de otras instituciones…Aunque el político y el científico tienen atributos diferentes, Martínez Rizo adquirió al menos uno de los rasgos mordaces de los políticos mexicanos. Su nombramiento para el segundo periodo (en el INEE) fue ilegal, no hubo acuerdo de la Junta Directiva ni ratificación presidencial; continuar en el cargo fue un acto de irresponsabilidad” (“INEE, fin de la primera etapa”, Excelsior, Noviembre 26, 2008).

Termino diciendo que, en lo personal, FMR me cae bien. Siempre fue muy pedagógico observarlo en nuestras conversaciones con la mirada hacia otro lado, las manos entrelazadas y el trato elusivo. Pero a estas alturas ya debería haber repasado en la sabiduría de Séneca: “La vida se divide en tres tiempos: el que fue, el que es y el que será. De ellos, el que vivimos es breve; el que viviremos, dudoso, y el que hemos vivido, inamovible”. Por ende, no sé de qué se extraña FMR: algún día llega la hora del balance, el corte de caja. Como diría uno de mis viejos maestros: su pleito no es conmigo, es con la historia. O, tal vez, consigo mismo.

Otto Granados Roldán

Sobre la firma
Otto Granados Roldán
Presidente del Consejo Asesor de la OEI. Chen Yidan Visiting Global Fellow de la Escuela de Graduados en Educación de Harvard. Ex secretario de educación Pública.

1 comentario en «Contrarréplica a Felipe Martínez Rizo»

  1. Pues ambos, quien escribe la columna y de quien se trata la nota han sido partícipes de acciones educativas sus historias tienen que contar y eligieron el tiempo para contarlas

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